Una visita a la depuradora de Orense les hizo enfrentarse al ‘monstruo’ de las cloacas. Fue tal el impacto, que decidieron sumarse a la lucha contra las toallitas húmedas que no hacen más que generar problemas medioambientales y económicos. ¿El resultado? Presentaron un innovador sistema ecológico para su degradación que aspira a alzarse con el considerado como ‘Premio Nobel del Agua’ juvenil. Miguel Aragón Fernández y Miguel Sequeiros Doval, de primero de Bachillerato del Colegio Marista Santa María de Orense, tienen 17 años y son los autores, junto a su tutora Lydia Castro Núñez, de un proyecto basado en la capacidad del gusano de la miel para descomponer los derivados del polietileno. Estos compuestos están presentes en las toallitas húmedas para la higiene personal y de bebés. El trabajo se presentará en agosto en Estocolmo, donde competirán con los proyectos de otros muchos países.
El Stockholm Junior Water Prize (SJWP) es una competición internacional que reconoce la investigación de jóvenes en temas de agua y sostenibilidad. Cada año se reciben más de diez mil proyectos procedentes de treinta países, y en España está impulsado por la Fundación Aquae y la Escuela del Agua. El certamen reúne a mentes juveniles e imaginativas con alta conciencia medioambiental. Los estudiantes del colegio orensano —ganadores del certamen nacional— han empleado el gusano de la miel para degradar los componentes derivados del polietileno. Y eso sin generar productos contaminantes ni afectar al ciclo vital de este ser vivo.
Cuando en el centro recibieron la convocatoria de la fundación acababan de hacer una visita guiada a una depuradora. Los estudiantes “se quedaron alucinados” del impacto medioambiental que generaba, según recuerda la tutora. Ella les animó a participar en el certamen nacional empezando por una búsqueda bibliográfica y científica sobre el tema. Un artículo de la investigadora Federica Bertocchini y otros colaboradores revelaba que el gusano de la miel, Galleria mellonella, es capaz de degradar plástico. Una capacidad que realiza de manera natural mediante su ingesta, a una velocidad elevada.
Con las limitaciones propias de su laboratorio, el equipo decidió indagar y dar un paso más. Querían ver si estos gusanos podrían también metabolizar los compuestos no biodegradables presentes en las toallitas. Eso sentaría las bases de lo que en un futuro podría ser un mecanismo natural para eliminar este tipo de residuos. “Era solo una hipótesis, no sabíamos si iba a funcionar y pusimos gusanos a trabajar con las toallitas”, destaca Castro.
Resultados
Los cincuenta ejemplares de Galleria mellonella fueron depositados en una pecera sobre un manto de serrín. A este se le añadió una mezcla alimenticia realizada por glicerina y miel en partes iguales, y avena para que estuviesen en condiciones óptimas antes de la realización del experimento. Se mantuvieron en esas condiciones durante 48 horas, se seleccionaron veinticinco que tenían buen aspecto y presentaban una actividad elevada y fueron depositados en un recipiente con una toallita como único alimento posible. A las doce horas se empezaron a observar los primeros orificios en la toalla y se registró una pérdida de cien miligramos transcurridos 48 horas. Estos datos son similares a los recogidos en el artículo publicado por Bertocchini. Además —añade la tutora—, pudieron observar que los materiales presentes en la toallita no presentaban toxicidad para los gusanos. Estos continuaban mostrando gran actividad y manteniéndose con vida después del tiempo del experimento.
Semanas después de terminar el trabajo, el equipo descubrió que un grupo de investigadores acababa de mejorar una enzima de origen bacteriano, que ya se sabía que podía desintegrar el polietileno. «Este descubrimiento nos ha animado todavía más para continuar trabajando en esta línea, ya que constata que estamos en el buen camino; actualmente, la mejor alternativa de degradación de este tipo de productos es el reciclaje en plantas especializadas, pero lamentablemente muy pocos se reciclan, por lo que un altísimo porcentaje de plásticos acaba contaminando océanos y ríos», advierte Castro.
Las toallitas higiénicas no son biodegradables, aunque en algunos casos así se indique en el etiquetado a los consumidores. Su porcentaje de desintegración en agua no llega al 40% en un periodo de dos días. Frente a ello, el papel higiénico, compuesto en su mayoría por celulosa, se deshace en un 95% en media hora. Esta difícil degradación ocasiona pérdidas millonarias, que se estiman en más de mil millones de euros anuales en la Unión Europea. Los taponamientos que generan en las tuberías llegan a inhabilitar temporalmente algunas depuradoras de agua y creando un grave problema de salud en muchas ciudades.
Ilusionados con la repercusión que ha tenido su proyecto, el equipo viajará el próximo 26 de agosto a Estocolmo para participar en la Final Internacional, coincidiendo con la Semana Mundial del Agua. Un jurado de expertos internacionales entrevistará a los finalistas de cada país y decidirá el proyecto ganador, que recibirá 15.000 dólares, un diploma y una escultura de cristal azul de manos de la princesa Victoria de Suecia, patrona de este galardón. Una experiencia que, para Castro, “es ya de por sí un premio” y un aliciente para alumnos y profesores.