¿Puede ayudar el desierto de Atacama a entender la historia de Marte? Los científicos así lo creen. Y un hecho les ha cambiado la perspectiva, la lluvia. En el desierto chileno de Atacama, el más seco y antiguo de la Tierra, ha llovido. Y con el agua se ha ido una parte importante de la vida que lo habitaba, los microbios.
El corazón hiperárido de este desierto al norte de Chile no recibía lluvias desde al menos hace quinientos años. Esta situación ha cambiado en los últimos tres años: por primera vez se han registrado precipitaciones. Y los científicos han comprobado que las aguas han tenido el efecto devastador de una inundación para su vida local: los microbios.
El estudio internacional del que se desprenden estas conclusiones ha sido publicado en Nature Scientific Reports. Los investigadores del Centro de Astrobiología, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial que han dirigido el proyecto atribuyen estas lluvias recientes al cambio climático global.
«Nuestro grupo ha descubierto que, contrariamente a lo que cabría esperar intuitivamente, el aporte de agua no ha supuesto un florecimiento de la vida en Atacama», explica el investigador del CSIC Armando Azúa-Bustos. Según razona, «por el contrario, las lluvias han causado una enorme devastación en las especies microbianas que habitaban estos lugares antes de las precipitaciones».
La extinción masiva
«Nuestro trabajo muestra que las elevadas lluvias han causado la extinción masiva de la mayoría de las especies microbianas indígenas», añade Alberto G. Fairén, investigador del CSIC en el Centro de Astrobiología. Los datos que manejan sitúan «el rango de extinción en el 85%, como resultado del estrés osmótico que ha provocado la abundancia repentina de agua». Eso significa que los microorganismos autóctonos, «que estaban perfectamente adaptados a vivir bajo condiciones de extrema sequedad y optimizados para la extracción de la escasa humedad de su entorno, han sido incapaces de adaptarse a las nuevas condiciones de súbita inundación y han muerto por exceso de agua».
Este estudio representa un gran avance para entender la microbiología de entornos extremadamente áridos. También presenta un nuevo paradigma para entender la ruta evolutiva de la hipotética microbiota temprana de Marte. Los científicos tenían marcada esta área geográfica chilena como una base comparativa con el planeta rojo puesto que en su actual hiperaridez está marcadas las inundaciones catastróficas en el pasado.
«Marte tuvo un primer periodo, el Noeico (hace entre 4,5 y 3,5 miles de millones de años), en el que hubo mucha agua en su superficie», indica Fairén. «Lo sabemos por la cantidad de evidencias hidrogeológicas que se conservan, en forma de minerales hidratados ubicuos sobre la superficie, huellas de ríos, lagos, deltas y tal vez un océano hemisférico en las llanuras del norte», razona Fairén.
Inundaciones en Marte
Después Marte perdió su atmósfera y su hidrosfera, y se convirtió en el mundo seco y árido que conocemos hoy. «Pero en algunos momentos durante el Hespérico (de 3,5 a 3 miles de millones de años), grandes volúmenes de agua excavaron su superficie en forma de canales de desbordamiento, los más grandes del Sistema Solar. Si aún existían comunidades microbianas resistiendo el proceso de desecación extrema, se habrían visto sometidas a procesos de estrés osmótico similares a los que hemos estudiado en Atacama», detalla el investigador.
«Por lo tanto, el estudio de Atacama nos sirve para proponer que la recurrencia de agua líquida en Marte pudo haber contribuido a la desaparición de la vida marciana, si alguna vez existió, en lugar de representar una oportunidad para el reflorecimiento de microbiotas resilientes», concluye Fairén.