Santa es una yegua que llegó a la Asociación Arcadia, en Llucena del Cid (Castellón), tras pasar por un terrible desahucio en una finca. Con bultos por todo el cuerpo y uno en el lomo que le impide ser montada, se quedó sin hogar. “Estéticamente el humano lo valora mucho, y si encima no puede ser montada, ya no tiene opción. Estos son los animales que llegan a Arcadia. Un caballo joven nunca vendrá aquí”, explica Beatriz López. Ella es cofundadora de la asociación junto con su pareja.
Con su nueva familia, los bultos de Santa están remitiendo y su carácter se ha normalizado. Trabaja para superar el pasado. “Supimos que, además, la intentaron robar en la finca en la que vivía. No consiguieron meterla en el camión pero le dieron una paliza bastante importante. Ante una situación de estrés su cuerpo reaccionó como nos pasa a nosotros con la piel”, apunta.
La Asociación Arcadia, que se dedica a alimentar, proteger y cuidar a caballos que han sido maltratados o abandonados, necesita tres mil doscientos euros para continuar con esta labor. Por ello, ha emprendido una campaña de crowdfunding, “Ayúdanos a alimentar a caballos abandonados”, a la través de la plataforma lateuaterra.org. Según López, “la idea de ponerla en marcha parte de una necesidad, que es conseguir el forraje y la alimentación de los caballos y del refugio. Alimentar a los animales en general, pero en particular a los caballos, es el principal gasto. No es muchísimo, pero son trescientos euros cada mes. Si tuviéramos el alimento cubierto todo el año podríamos dedicar ese dinero a otras cosas. Por ejemplo, tenemos intervenciones pendientes a un par de animales, que no son urgentísimas, pero hay que hacerlas”.
Santuario de diversas especies
Este refugio de animales, en una extensión de veinte hectáreas, lleva desde 2013 actuando como santuario de distintas especies. Son las que, según explica, tras “un pasado complicado pueden al fin disfrutar de las cuatro necesidades básicas que todos los seres tenemos: comida, agua, un lugar confortable para descansar y compañía”. Así es como empiezan a caminar hacia el equilibrio superando sus miedos y en convivencia con otras especies.
Caballos, ovejas, cabras, gallinas, perros… Al refugio llegan “muchos abuelitos, animales que una vez se han hecho muy mayores ya no tienen cabida en nuestra sociedad. Y eso a mí me parece tremendo”, lamenta López. Por eso destaca la colaboración que tienen con asociaciones y protectoras. Es el caso de los perros Set y Can, dos hermanos que llegaron a una protectora con tres años. Tras pasar una década encerrados en una jaula esperando a ser adoptados, estos “dos abueletes” encontraron al final un hogar en Arcadia.
“Siempre han sido buenos y amorosos. Y a la maravillosa persona que se encargaba de ellos les dio tanta pena que pasaran toda su vida en la protectora que decidió que se merecían un final feliz. Se puso en contacto con nosotros para que su última etapa estuvieran rodeados de caricias, cuidados y mucho amor. Su particularidad es que Set es completamente ciego y ha perdido prácticamente la movilidad de sus patas traseras. Can sólo ve de un ojo y disfruta ahora libre del refugio”, destaca.
Recuperar maestrías tradicionales
La asociación está junto a un alojamiento que se llama Mar de Magdalena. Muchos de sus visitantes se desplazan para disfrutar de jornadas de convivencia en el refugio (además de diferentes colectivos), cuyo pilar más visible es la recuperación de animales pero no es el único. Trabajan también en la gestión eficiente y respetuosa del agua, en proyectos de bioconstrucción con el menor impacto ambiental mediante materiales y técnicas ancestrales y en el fomento de la agricultura ecológica y el permacultivo. Y es que, según la asociación, “es importante recoger y recuperar estas maestrías tradicionales para que no se pierdan en el olvido y llegue a las futuras generaciones”.
La campaña de crowdfunding incluye recompensas por los donativos, cuyas contribuciones van desde 10 a 150 euros. Algunas de estas recompensas son visitar Arcadia y dar un paseo con la burrita Bu, recibir un ungüento de hipérico elaborado de manera artesanal respetando el ciclo de la naturaleza o amadrinar/apadrinar a un caballo durante cinco meses. El 15 de febrero finaliza la recaudación y si no consiguen el mínimo (3.200 euros) quedaría desierto.
“Este refugio no deja de ser un granito de arena muy pequeño, miles y miles de animales en todo el mundo sufren situaciones terribles y es importante lo que nos enseñan, grandes mensajes de respeto, de empatía, de superación y de segundas y terceras oportunidades”, afirma López. Por eso puntualiza que, “además de la cofundadora, soy la que recoge el estiércol. Vivimos en el refugio y este es nuestro proyecto de vida”.