Un consorcio formado por dieciséis socios de diez países se ha planteado un importante reto medioambiental. Desde noviembre de 2016 trabaja en el proyecto europeo Funguschain que tiene como objetivo la obtención de compuestos de alto valor a partir de residuos de champiñón para aplicarlos en sectores como los plásticos, la limpieza y la alimentación.
El Grupo de Investigación de Análisis de Polímeros y Nanomateriales (NANOBIOPOL) de la Universidad de Alicante (UA) forma parte de este consorcio y se está encargando de la parte científica, es decir, de la extracción de los componentes. Según el director de NANOBIOPOL, Alfonso Jiménez, “nosotros recibimos los residuos y tratamos de darle el máximo valor añadido a los extractos que sacamos. Les hacemos una serie de procesos, de reacciones químicas, con los que obtenemos productos de alto valor añadido que luego pueden ser empleados en estas aplicaciones”. Pone el caso de las proteínas. Los residuos de champiñón tienen un contenido en proteínas muy alto. “Las podemos extraer, purificar y cederlas a las empresas productoras para crear complementos alimenticios enriquecidos”, añade.
Bolsas, guantes y film
En concreto está enfocado a tres sectores. Bioplásticos para bolsas, guantes y film, aunque también podrían fabricarse botellas o las bandejas con alimentos que se venden en cualquier gran superficie. “Tecnológicamente hablando, también son susceptibles de estar fabricados en bioplásticos. El problema es económico porque serían más caros para empresas y consumidores. Sin embargo, tendríamos que valorar si merece la pena pagar unos céntimos más por tener un producto sostenible a nivel medioambiental”, comenta.
El grupo trabaja, además, en soluciones de limpieza antimicrobianas y ecológicas para productos del hogar y en complementos alimenticios enriquecidos para determinados colectivos como, por ejemplo, los deportistas o la tercera edad. “Hay muchas más familias de compuestos químicos que pueden ser utilizados y nuestro rol es extraerlos para que otros socios los transformen en productos y puedan ser utilizados en el mercado”.
Productos más sostenibles
Cada semana se generan en Europa más de cincuenta mil toneladas de desperdicios de champiñón. Si se tiene en cuenta la globalidad de residuos, las cifras se disparan. Solo en envasados de alimentos ya es enorme, advierte el director de NANOBIOPOL. Este apunta que “con echar un vistazo a la bolsa de la basura de nuestras casas sabemos si una persona o una familia está generando un cantidad considerable. Extrapolado a un país o un continente podemos imaginarnos las grandes cantidades que generan”.
Los plásticos se han convertido, de entre todos los residuos, en un grave problema para el medio ambiente: botellas de agua, envasados y bandejas de alimentos o tarrinas de yogur son solo algunos ejemplos. “Están hechos de plástico derivado del petróleo y aquí hay que destacar dos cuestiones: el petróleo es un recurso no renovable que en algún momento se acabará, y en segundo lugar está su persistencia en el medio ambiente. Los plásticos, como sabemos, son muy resistentes. Una botella puede conservar el agua durante mucho tiempo pero antes de degradarse en condiciones naturales pasan centenares de años”.
El proyecto FunguschainFungus, que finalizará en noviembre de 2020, se encuentra actualmente en su segunda fase, y “todavía hay bastante por hacer en este intervalo que nos queda de dos años”. Con esta investigación, “queremos colaborar y poner nuestro granito de arena para que tengamos unos ecosistemas más sostenibles desde el punto el tratamiento de los residuos”.
Liderado por la empresa holandesa BioDetection Systems, participan universidades como la UA, centros de investigación y empresas de España, Países Bajos, Irlanda, Alemania, Italia, Reino Unido, Bélgica, Croacia, Suecia y Portugal. Cuenta con un presupuesto de once millones de euros, cofinanciado por el Bio-based Industries Consortium en el marco del programa de investigación e innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea.