Un equipo de investigación de la Universidad de Alicante (UA), formado por biólogos, químicos y ecólogos, ha puesto en marcha una campaña de financiación colectiva a través de la plataforma Precipita de la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (FECYT) para recaudar fondos que les permitan llevar a cabo una investigación centrada en los bioplásticos. El objetivo del proyecto “¿Contaminan menos los bioplásticos?” es testar distintos tipos de estos materiales para conocer cuáles son más biodegradables en diferentes condiciones ambientales.
“Muchas veces se pone la etiqueta de bioplástico, y no necesariamente es un material biodegradable. Algunos tienen una biodegradabilidad que es similar a los plásticos”, explica Carlos Sanz Lázaro. Es uno de los investigadores responsables, integrante del grupo multidisciplinar Bioplastic Lab.
La contaminación por plásticos es uno de los principales retos del siglo XXI. A fecha de 2015 se generaron seis mil trescientos millones de toneladas de estos residuos. De estos, cuatro mil novecientos se acumularon en vertederos o en el medio natural. Las previsiones son alarmantes: se espera que esta cifra aumente a los doce mil millones de toneladas en 2050.
La biodegradabilidad es muy diferente
Este grave problema de contaminación ha llevado a implantar normativas europeas y a desarrollar materiales como los bioplásticos. Sin embargo —tal y como explica Bioplastic Lab en su campaña—, la biodegradabilidad es muy dispar: entre tipos de bioplástico, las condiciones ambientales o si se encuentran en el mar o en tierra. Además, la mayor parte de los estándares y normas que se usan para evaluar la degradación no tienen en cuenta esta diversidad de condiciones ambientales. Por ejemplo, según matiza Sanz, “ hay alguna norma de biodegradabilidad para el mar que dice que son a 30 grados y muy pocas veces encontramos el mar a esta temperatura, sobre todo, en nuestras costas”.
Es por ello, que el proyecto contempla mediciones de los distintos tipos de polímeros (plásticos y bioplásticos) en condiciones realistas. Así podrán establecer su persistencia en el medio ambiente. Según detallan, se pondrá a punto un protocolo para medir la degradabilidad en condiciones controladas. Para ello reproducirán ecosistemas terrestres y marinos y se podrán hacer estimaciones a largo plazo de su degradabilidad. Los resultados permitirán establecer qué polímeros tienen una menor resistencia en el medio ambiente. Lo que permitirá diseñar políticas ambientales sobre su uso y fabricación.
Implicación de la sociedad
En la campaña —que finalizará a principios de marzo— se pueden realizar donaciones desde diez euros hasta quinientos. Si se consigue el mínimo de financiación (mil quinientos euros) se realizará un experimento piloto para obtener unos resultados preliminares. Con veinticinco mil euros se podrá hacer una evaluación completa de la degradabilidad de los plásticos y bioplásticos más comunes en diferentes sistemas. En caso de superar esta cifra económica, el grupo de investigación acometerá un estudio más ambicioso. En él tendrían mayor número de tipo de bioplásticos y condiciones ambientales imitando, incluso, aquellas esperadas con el cambio climático.
Según matiza Sanz, “a veces el crowdfunding se puede ver como que está muy mal la investigación. Es verdad que en España hay pocos recursos, pero creo que muchas veces lo que hay es una mala planificación a largo plazo para investigación. En muchos países que están a la cabeza de la investigación, como en Estados Unidos, los proyectos de financiación colectiva están a la orden del día”.
A su juicio, los proyectos de micromecenazgo no solo permiten financiar la investigación. Además logran un vínculo más importante con la sociedad porque en todo momento los donantes son partícipes. Así consiguen “una sensibilización más activa hacia el problema que si ven una noticia”.
El equipo Bioplastic Lab, de la UA, está formado por Carlos Sanz Lázaro y Santiago Soliveres, del Departamento de Ecología del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio Ramón Margalef (IMEM); Ana Beltrán, de Química Analítica; Nuria Casado, de Ciencias del Mar y Biología Aplicada; y los estudiantes Laura Tovar, Susana Carrión y Lázaro Ruiz (Grado en Biología); Rocío Huguet y María Paz Gallego (de Ciencias del Mar) y Lorena Simó (de Química).