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Las empresas deben decidir entre la culpa y la conveniencia para afrontar la responsabilidad social corporativa.

Los motivos y disparadores que inician un modelo de gestión influyen y determinan -en gran medida- los resultados a los que se puede aspirar. Con la RSC [Responsabilidad Social Corporativa] pasa exactamente esto. Y la clave está en el punto de partida, que puede concentrarse en dos alternativas. La RSC puede responder a la culpa o a la conveniencia.

La empresa comienza a ver, porque distintos factores lo ponen en evidencia, que interviene en la comunidad de forma tal que lo que genera -en parte- son consecuencias indirectas no deseadas.

Del daño colateral a la externalidad

Lo que algunos políticos han llamado “daños colaterales” tiene su equivalente en lo que en el mundo empresario se conoce como “externalidades”; las consecuencias para los grupos sin vínculo directo con el negocio que pueden ser tanto positivas como negativas. Una externalidad positiva es la revalorización inmobiliaria que produce el emplazamiento de un shopping center de prestigio en una zona determinada, la externalidad negativa es la congestión de tránsito que genera y la polución sonora relacionada.

Hay empresas que han instalado sus plantas en zonas estratégicas de pueblos o ciudades que -con el tiempo- han crecido y terminaron rodeadas por viviendas, y nuevos vecinos, que ahora no los quieren a quienes estaban mucho antes allí. Las plantas industriales que antes no encontraban razón para preocuparse por los desechos que eliminaban -ni por donde circulaban- ahora tienen que poner especial atención y mostrar con claridad que lo hacen.

Frente a situaciones como estas se puede sentir culpa y actuar en consecuencia. Esto es lo que lleva a las empresas a desarrollar una línea de RSC que, la llamen como la llamen, no dejan de ser versiones de Filantropía [Filantropía Tuneada]. Intentan poner en evidencia su generosidad para compensar los daños colaterales que causan.

La compensación

Los intentos de compensación solo funcionan temporalmente si son medidos en términos de cambiar el foco de atención; pero fracasan finalmente porque no apuntan a resolver el problema de fondo y porque la otra parte suele insistir con que sea resuelto el problema sin que la compensación temporal cuente.

Cuando se insiste en un método se lo termina profundizando y de la Filantropía se pasa al Altruismo con la esperanza de comprender -antes de que sea tarde- que en su definición está el error que puede llevarnos al fracaso final. Según el diccionario de la Real Academia Española, altruismo significa: “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”. Por lo que queda claro que si seguimos por este camino no solo perderemos el norte sino que nos quedaremos sin empresa.

La claridad que expresó el Papa Francisco al tomar el gobierno de la Iglesia Católica, señalando que “la Iglesia corre el riesgo de convertirse en una ONG piadosa”, debe ser un claro ejemplo a seguir para los empresarios a los que, movidos por la culpa, encuentren en cualquiera de las versiones de la Filantropía un contenido equívoco de RSC.

De la culpa a la estrategia

Para pasar de la culpa a la estrategia, la conveniencia es un excelente disparador.

Si la mirada es integral y abarcadora rápidamente quedará en evidencia que lo que resulte conveniente para la empresa deber serlo también para la comunidad de la que forma parte [siempre y cuando consideremos que ganar no representa hacer perder al otro sino aportar valor para recibir valor a cambio].

Desde esta óptica se inicia un camino de dos etapas. La primera consiste en detectar todo lo que genera consecuencias no deseadas para cualquiera de los integrantes de la comunidad [entender a la empresa como parte activa de la comunidad simplifica mucho esta etapa] para resolver la fuente de conflicto y compensar a todos los que estuvieron involucrados sin desearlo, o sin saberlo. La compensación es puntual y tiene que ver con la Responsabilidad inherente al concepto de RSC.

En la segunda etapa solo se trata de construir en conjunto y de hacer las cosas que resulten convenientes para las partes sin perder de foco la evolución del negocio y la necesidad ineludible de que los resultados sean facilitadores para que esto ocurra de la mejor manera posible. Y con los mejores resultados.

El interés de la empresa

La razón es de base y tiene que ver con el origen y la sostenibilidad. En toda relación donde intervenga una empresa no puede ser dejado de lado ni su interés ni su razón de ser, bajo ninguna circunstancia.

La sostenibilidad social relacionada con las empresas solo es posible si la empresa es sostenible; las posibilidades de enriquecimiento social que es capaz de generar una empresa no tienen -virtualmente- límite, pero si una clara y directa dependencia con que la empresa se mantenga en pié -como primera medida- y se mantenga exitosa como medida necesaria.

La culpa debe ser resuelta; la conveniencia debe ser desarrollada porque -en una empresa que se considera parte de la comunidad- siempre va a generar mejoras y crecimientos integrales. Como solo la verdadera RSC es capaz de lograr.

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