«Si las cosas siguen como van, sin limitaciones a las emisiones humanas, a finales del siglo XXI, las temperaturas habrán subido entre tres y cuatro grados y eso implica muchos cambios en muchos lugares». De ese peligro advierte Jerónimo López, presidente del Comité Español en el Comité Científico de Investigación en la Antártida. El experto, con más de ciento cincuenta publicaciones científicas sobre las zonas polares, ha participado en la última entrega del Aula de la Ciencia.
Este ciclo que organiza la Sede la Universidad de Alicante se ha centrado esta vez en el impacto en el clima de la ación humana. Un fenómeno muy complejo, recuerda López. Según explica, los polos serán muy importantes para determinar la evolución de este fenómeno. Los compara con un semáforo del grado de calentamiento y el color que debe marcar es el rojo puesto que este ya «es superior al de otras zonas de la tierra». Las zonas que más se han calentado son zonas polares, como la península antártica o Alaska y Canadá o Siberia que van por encima de lo que hace el conjunto del planeta. De ahí que rechace el término calentamiento global como algo uniforme, puesto que hay áreas donde eso es superior y otras que no.
Tras el deshielo, más calentamiento
El deshielo en zonas tradicionalmente cubiertas supone otro peligro añadido. No solo por los glaciares que se funden en agua, también está el hielo en el terreno, el llamado permafrost, «por lo que las consecuencias son más profundas». Al desaparecer este, los microorganismos se reactivan y emiten más gases, con lo que hay más calentamiento.
El hielo que acaba en el océano, acaba afectando a las propias corrientes marinas y eso condiciona el clima del planeta, recuerda López. «Eso apunta a que sean más frecuentes los eventos catastróficos inesperados y difíciles de predecir en ciertas zonas», concluye.