Los microplásticos, unas partículas de plástico que miden menos de cinco milímetros, se han convertido en el gran peligro del planeta. Utilizadas en productos como la cosmética, también son el resultado de procesos de degradación de otros artículos como las bolsas o el lavado de ropa sintética. Nuestros mares ya están inundados de microplásticos. Estos amenazan gravemente la flora y fauna marinas y alcanzan la cadena alimentaria. Esta grave situación fue abordada este jueves en el XXXV Congreso que la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS), que se está celebrando en Valencia. De abordarlo se encargó el investigador Julio Llorca, jefe del departamento de Cromatografía de Labaqua.
Su ponencia se centró en los ‘Microplásticos, un problema emergente para el mundo del agua’. En ella analizó desde la procedencia de los microplásticos, su problemática medioambiental, la regulación y legislación y los retos analíticos y en la depuración y eliminación de las aguas. ¿Cuál es la relevancia de estas partículas? ¿En qué técnicas analíticas se está avanzando? ¿Nos enfrentamos también a un problema de salud pública?
Los estamos comiendo
“En principio no se tiene una evaluación clara desde el punto de vista de la salud humana de cuál puede ser su impacto. Y no tiene por qué ser mayor que el del uso del resto de plásticos. De momento hay un problema medioambiental”, afirma Llorca. Este apunta que esas partículas al final están llegando a la cadena trófica.
El origen de esta contaminación se empieza a conocer con bastante profundidad. La fragmentación de un plástico mayor durante su proceso de descomposición es una de las causas. Otra, la utilización de estas pequeñas partículas en algunos productos de limpieza o higiene. Esto lleva a afirmar que la problemática del ‘microplástico’ –elegida palabra del año 2018– será aún más importante. Y hay grandes retos por delante.
De hecho, el investigador destaca que “ya hay algún borrador de legislación europea en cuanto a aguas potables que exigirá que se regule”. Esto supondría “controlar los microplásticos en las aguas de consumo con una sistemática en cuanto a periodicidad y límites de cuantificación”. Así potencia el desarrollo metodológico, realizando más análisis. Esto permitirá tener un mejor conocimiento de su alcance.
Identificación compleja
Según Llorca, “nosotros en Labaqua pertenecemos a grupos europeos de laboratorios y ya se están trabajando desde hace años en ver qué metodología se debería utilizar para hacer una determinación de estos microplásticos que sea adecuada y estandarizada”. Eso teniendo en cuenta la dificultad analítica que supone identificar bien estas partículas por su complejidad.
Esto es debido a que el tipo de plástico puede ser muy diverso. Y es así por tamaño y forma, variedad de productos en los que se encuentran, por el grado de degradación y por la cantidad de componentes y cargas que pueden llevar (aditivos). En este punto, y aunque a nivel científico hay bastantes trabajos e investigación, falta estandarizar la metodología. Y saber qué se va a medir, de qué forma y tener controlado cómo se va a cuantificar.
“Se están aplicando técnicas de microscopía acoplada a espectroscopía infrarroja. Esta consiste en localizar con microscopio las partículas e identificarlas mediante el espectro infrarrojo (FTIR). También técnicas de cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas que permite identificar el perfil del tipo plástico”, cita. Y es que actualmente “se está apostando, por lo menos por nuestra parte, por ver la solución a la contaminación que pueda haber”, destaca Llorca. Para este “obviamente, lo mejor es regular todo el tema de los plásticos y los microplásticos, para que no se contamine y no tener que invertir tanto en paliar el problema”.