Las pequeñas islas del Mediterráneo son uno de los mejores laboratorios para estudiar las migraciones de las aves. Unos desplazamientos que cada vez se extienden más en el tiempo. Los tradicionales periodos de primavera y otoño se han ampliado hasta ocupar prácticamente todo el año.
Piccole Isole es el nombre de este proyecto que nace en Italia, cuando empiezan unas campañas de anillamiento en una islita del sur en 1988. Así lo explica Germán López, profesor de la Universidad de Alicante, y uno de los responsables de aplicar este programa en Alicante. Aquella idea que partió de una pequeña isla alcanza casi las tres decenas en la actualidad.
Tabarca es la isla alicantina donde tiene un observatorio privilegiado López para desarrollar parte de su trabajo. ¿Qué hace especial a estas islas? Si la idea es estudiar la emigración de las aves en el mediterráneo, en estas se puede observar cómo realizan su travesía por el mar las diferentes especies.
En el caso de Tabarca, supone buen lugar donde reponer fuerzas tras el esfuerzo nocturno. Es ideal, aunque está muy pegada ya a la costa, comenta López. De hecho, reconoce que esa cercanía les hizo dudar a priori si las aves eran conscientes de que estaban en una isla o no. Luego, han ido comprobando que sí, que la composición de especies es muy similar a otras islas.
Hace once años empezaron el proyecto, señala desde SEO Birdlife su coordinador en Alicante Antonio Bañuls. Por su experiencia, saben que el listado de aves de Tabarca se parecía mucho más al de otras islas de mar adentro como las Columbretes, a treinta millas de la costa en Castellón, que a las que están solo a un par. Lo que sí se sabe de este comportamiento es que se considera un espacio seguro.
La collalba gris, la especial en Tabarca
Al repasar la lista de especies que más utilizan Tabarca como parada, el mosquitero musical es el ave más anillada. Otra variante de esta, el mosquitero común, sigue en esa clasificación. Y la tercera el colirrojo real. Pero en esa lista la particularidad es la collalba gris.
“Si la comparamos con otras aves, esta especie de páramos destaca por su abundancia respecto a otras islas”, destaca Bañuls. “imaginamos que es por la topografía de la isla, por sus llanuras”. Lopez resalta que en otras islas cercanas, como la isla Grosa en el mar Menor, no se encuentra esa presencia relevante de la collalba gris. “Creemos que es por su hábitat de cría”, añade.
La novedad de este año es que han podido realizar dos campañas de estudio en Tabarca. A la habitual de primavera han podido sumar una en otoño gracias al apoyo de Aguas de Alicante. Este apoyo, explica su directora de desarrollo sostenible Amelia Navarro, llegó porque estaba en peligro la actual estación de anillamiento que se mantiene en la isla si no llegaba un apoyo institucional. “Tabarca forma parte del municipio de Alicante y creímos que teníamos que estar ahí apoyando la actividad”, indica Navarro.
López recalca la importancia de iniciar una segunda campaña. “Cada proceso migratorio es distinto y no teníamos ninguna información de cómo transcurría este en otoño, con el apoyo de Aguas de Alicante el año pasado hicimos un primer test”. Con esa prueba asegura que han podido mejorar la planificación para el próximo otoño. “El año pasado la iniciamos en octubre, para sincronizarla con la de la isla Grosa, y fue un poco tardío”, señala.
La influencia del cambio climático
La realidad es que el proceso migratorio “ocupa casi casi todo el año”. Ese movimiento de hábitos se debe por un lado al cambio climático porque varía la temporalización aunque no es estrictamente por eso. Las especies de corta distancia se marchan a Europa para volver a criar, y eso ya lo ven en la estación que tienen en El Hondo de Elche, que visitan cada quince días. “En febrero ya hay cambios”, apunta López. Y en marzo pasan los que hibernan en el Magreb. A partir de ahí y hasta junio, emigran los que hibernan más abajo, en el Sahel. Y en agosto empieza la emigración al sur, los que tienen que cruzar el Sahara, y los que se quedan más cerca pasan por octubre y noviembre.
En estas campañas comprueban como los machos empiezan antes, igual que los adultos frente a los jóvenes. Esa complejidad requería que un estudio “mínimamente completo” estuviese en primavera tres meses o “tener una infraestructura en Tabarca para ir periódicamente”.
Acercarse a esta isla de la costa alicantina es precisamente uno de los atractivos con los que atraer a los anilladores del 15 de marzo al 15 de mayo. Su trabajo se reparte en turnos que duran quince días, en estos han de cubrir las redes para anillar del amanecer al anochecer durante los siete días de la semana. Para poder hacerlo se les ofrece alojamiento en la misma isla o en Alicante, cuenta Bañuls. Y con esos requerimientos encuentran voluntarios anilladores de toda España. “Tienen sus trabajos y aprovechan su quincena de vacaciones porque pueden ver especies que solo pasan por aquí”, concluye Bañuls.