El sentido común tiene cada vez más datos en los que apoyarse cuando se trata de planificar una estrategia de crecimiento para las ciudades. Y es que los habituales Planes de Ordenación Urbana no solo han de tener en cuenta hacia dónde crecerán las ciudades, sino también de qué forma lo harán, para causar el menor daño posible a sus habitantes y al medioambiente. Es la llamada inteligencia ambiental.
Algo que parece de perogrullo, pero que muchas veces se ve truncado. Quizá por la ineficiencia de quienes lo planifican o quizá por la falta de información a la hora de crear esa estrategia. Porque, si bien es cierto que cada vez se tienen más en cuenta las herramientas necesarias para alcanzar la eficiencia energética (en este caso porque además conviene ahorrar en los costes), no es tan cierto que se considere demasiado la ubicación de las zonas verdes o los espacios de ocio y recreo. Eso más bien se hace al tuntún.
En este contexto, han ido surgiendo empresas como la valenciana Green Urban Data, cuyo objetivo es apoyar a las instituciones en la búsqueda de la inteligencia ambiental. “Elaboramos información ambiental para las ciudades y la idea es que con esos datos se mejore el proceso de toma de decisiones a la hora de crear cualquier estrategia”, afirma Alejandro Carbonell, CEO de la compañía. “La idea es que, además de emplear los parámetros que se utilizan habitualmente para diseñar la ciudad, también se tenga en cuenta la información medioambiental, de forma que se le aporte valor al proyecto”, matiza.
Qué pasa al acabar los proyectos
De hecho, hay conceptos en los que hasta el momento no se había incidido demasiado a la hora de planificar las urbes, ni después de haber acabado los proyectos. “Cuando se hace un parque, por ejemplo, nosotros queremos saber después cómo ha influido en la calidad del aire, en la reducción de temperatura ambiental o simplemente saber si la gente está satisfecha con ese nuevo espacio”, explica.
Su modo de actuación es sencillo. No instalan sensores, sino que utilizan imágenes de cámaras térmicas e infrarrojas con las que miden en cuadrículas de diez por diez metros o en treinta por treinta. Un sistema con el que ya han colaborado con instituciones locales como los consistorios de Elda y Alcoi, en la provincia de Alicante, o Torrent, en Valencia. Municipios que han querido asesorarse antes de llevar a cabo cualquier iniciativa urbanística y que, una vez la han desarrollado, desean seguir informados del buen funcionamiento de los mismos y de la satisfacción de los ciudadanos.
“Localizamos las zonas de mayor vulnerabilidad y variación de temperatura para actuar en esas partes”, explica, de la misma forma que ayuda a saber que otros espacios están funcionando bien y por tanto no habrá que tocarlos. “Es una herramienta muy potente para adaptar la ciudad a los efectos de las variaciones de temperatura, ganando efectividad al tiempo que se involucra y empodera a los ciudadanos”, resume.
La ruta más saludable
“Estos indicadores son además una forma de dar respaldo a esos proyectos, de forma que a los habitantes se les transmite que había un problema, que se ha actuado y que se está resolviendo”, asegura Alejandro Carbonell. Asuntos tan relevantes como por ejemplo la permeabilidad del suelo, con el objetivo de evitar inundaciones con las lluvias torrenciales. Con esta herramienta se puede ver cómo estaba la situación en un primer momento y cómo ha ido cambiando.
Por otro lado, a través de estos parámetros obtenidos, se pueden ofrecer otros servicios mediante una aplicación móvil con la que los habitantes de una ciudad pueden incluso escoger la ruta más saludable para sus tránsitos diarios. Una forma de fomentar la movilidad sostenible animando a adoptar hábitos más sanos y saludables, ya sea a pie o en bicicleta, tanto en trayectos cortos como en largos recorridos. Iniciativa que al mismo tiempo influirá en la forma de moverse por la ciudad de forma global y que servirá para potenciar otras actuaciones estratégicas.
Reconocimientos
“El cambio climático es multicausal y hay que ir añadiendo nuevos métodos para medir sus causas y sus consecuencias, con el objetivo de combatirlo de la forma más eficiente posible”, afirma Alejandro Carbonell. Esa es la filosofía que les ha llevado a ser semifinalistas a nivel europeo en los Premios a la Innovación que otorga la Fundación Mapfre. Además, están siendo parte de los estudios de la Comisión Europea para la Observación de la Tierra a través de la aceleradora Copernicus Incubation. Desde allí se producen más de 12 TB de datos que se utilizan posteriormente en numerosas investigaciones. Un programa que trata de ayudar a las empresas de nueva creación, como Green Urban Data, con datos muy completos.