Más de un tercio de todos los mamíferos marinos, el 40% de las especies anfibios y el 33% de los corales. Tres cifras con las que Naciones Unidas quiere hablar del impacto de los humanos sobre la naturaleza. La organización adelanta las conclusiones de un informe que califican de histórico. Palabras que parecen adecuadas cuando se habla de alrededor de un millón de especies de animales y plantas que están ahora en peligro de extinción.
El trabajo realizado por la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (Ipbes) ha sido patrocinado por varias agencias de la ONU. En él alertan de que la tasa global de especies extintas ya es por lo menos de diez a cientos de veces mayor que la tasa promedio en los últimos 10 millones de años. Un dato que, además, se está acelerando.
El Ipbes avisa de que un 75% de los ecosistemas terrestres y un 66% de los marinos ya están «gravemente alterados». A eso añaden que en poco más de tres siglos se han perdido el 85% de los humedales que existían.
Naciones Unidas, en su línea de alertas, considera que esta serie de datos representa una amenaza de una dimensión sin precedentes en la historia de la humanidad. Para respaldar sus afirmaciones, el estudio señala que han participado cuatrocientos expertos de cincuenta países. Estos han listado las causas directas de lo calificado como el cambio en la naturaleza con mayor impacto en nuestro planeta hasta la fecha.
Las cinco causas son: cambios en el uso de la tierra y el mar, explotación directa de organismos, cambio climático, contaminación y especies exóticas invasoras. Por estos factores, una de cada cuatro especies está hoy amenazada.
Más es peor
Cuando más es peor. En este adelanto, Naciones Unidas critica nuestra inacabable demanda de comida y combustible a medida que se multiplica la población. Por eso demanda una acción radical para evitarlo. Sin ella, advierten de que los esfuerzos actuales por conservar los recursos de la tierra fracasarán.
El informe de Ipbes señala que se extraen más recursos y producen más desperdicios que nunca. Los diversos estudios hechos avalan la enumeración de cifras que recogen. Y todos con una misma conclusión, el cambio del uso de la tierra ha tenido el mayor impacto en los ecosistemas terrestres y de agua dulce.
La expansión agrícola ha sacrificado más de cien millones de hectáreas de bosque tropical. Cerca un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi tres cuartas partes de los recursos de agua dulce disponibles se destinan a la producción agrícola o ganadera. Esto implica que un 25% de los gases de efecto invernadero proviene de la deforestación, la producción de cultivos y la fertilización.
Y donde no hay campos de cultivo, es más probable que haya una área urbana. Estas se han duplicado desde 1992. Y lo hacen a costa de la biodiversidad.
Si no hubiera bastante con la tierra, la minería oceánica se está expandiendo. Se ha expandido desde 1981 con hasta 6500 instalaciones de petróleo y gas en 53 países. Y lo hará aún más. El informe se muestra desconfiado ante el deshielo en las regiones ártica y antártica.
El peligro de la superpoblación
Con más número de personas habitando la tierra, más implicaciones para la degradación de la naturaleza. Así lo considera el informe cuando ya somos 7600 millones de personas. Actualmente se explotan anualmente unos 60.000 millones de toneladas de recursos renovables y no renovables. Las actividades humanas han tenido un gran impacto generalizado en los océanos del mundo.
Y más gente facilita la aceleración del cambio climático. Según sus estimaciones, desde finales de los ochenta, cada década las temperaturas suben en 0,2 grados centígrados. Eso lleva a que la disminución de la biodiversidad se exacerba cada vez más. Y aquí el adelanto enfatiza que se trata de datos objetivos, según la evidencia observada. Tan sencillo como que los efectos se están acelerando en los ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce.
El informe se explaya en el apartado de la contaminación. Esta la considera causa y consecuencia transversal a todos los impulsores de la pérdida de biodiversidad. Un ejemplo de ello: la generada por plásticos se ha multiplicado por diez desde 1980. Más: entre 300-400 millones de toneladas de metales pesados, solventes, lodos tóxicos y otros desechos de instalaciones industriales se descargan anualmente en las aguas del mundo. Con los fertilizantes que llegan a los ecosistemas costeros se han generado más de 400 «zonas muertas» en los océanos. Si las combináramos sería mayor que las islas británicas.
En esa alerta de los peligros de la superpoblación, también hay hueco para el turismo. El transporte necesario para ello ha crecido tanto que entre 2009 y 2013, la huella de carbono causada por el turismo aumentó en un 40%. La demanda de turismo basado en la naturaleza, o ecoturismo, también ha aumentado, con efectos mixtos sobre la naturaleza y las comunidades locales.
La posible solución
El avance del informe no enumera únicamente lo negativo. El tono marcadamente grave apunta a una única solución: transformar nuestra interacción con la naturaleza. Según concluyen tras las 1800 páginas, esta tendencia se puede frenar. Audrey Azoulay, directora de la Unesco, ha señalado en París que «ya no podemos seguir destruyendo la biodiversidad. Esta es nuestra responsabilidad hacia las generaciones futuras». Tanto es así que ha considerado que protegerla «es tan vital como luchar contra el cambio climático».
Robert Watson, director del Ipbes, se ha mostrado optimista al apostar por la juventud. «Ya hemos visto los primeros movimientos de acciones e iniciativas para un cambio transformador, como políticas innovadoras de muchos países, autoridades locales y empresas, pero especialmente de jóvenes de todo el mundo». De ellos recordó el movimiento #VoiceforthePlanet y las huelgas escolares por el clima, ambas como «base para comprender que se necesitan medidas urgentes si queremos asegurar algo que se aproxime a un futuro sostenible».
En su conclusión, Watson ha señalado que este informe «ofrece la mejor evidencia disponible para ayudar a informar estas decisiones, políticas y acciones». Según el director, este «proporciona la base científica para el marco de la biodiversidad y los nuevos objetivos decenales para la biodiversidad, que se decidirá a finales de 2020 en China, bajo los auspicios de El Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica».