Pablo Aznar Crespo es sociólogo ambiental e investigador del Instituto Universitario del Agua y las Ciencias Ambientales (IUACA) de la Universidad de Alicante (UA). Forma parte del Departamento de Sociología I, que recientemente ha elaborado y presentado el libro Evaluación de Impacto Social: teoría, métodos y casos, de la mano de los profesores Antonio Aledo y José Andrés Domínguez-Gómez, con quienes ha colaborado. Este trata de crear una herramienta para el análisis y la medición de la vulnerabilidad social e institucional que generan los grandes proyectos, incluye las conclusiones de su investigación acerca de las infraestructuras creadas para la reutilización de aguas regeneradas. Conclusiones que también expuso durante la décima Conferencia internacional sobre Gestión de Cuencas Hidrográficas. Una cita organizada por el Wessex Institute of Technology y IUACA en Alicante.
“Somos sociólogos ambientales y, por tanto, hemos trabajado en el enfoque de la vulnerabilidad social y de la vulnerabilidad socio-institucional en la gestión de peligros naturales”, afirma Aznar. En este caso, su trabajo se ha basado en relación a los recursos hídricos en un contexto en el que el cambio climático, como amenaza, puede suponer un aumento de la severidad de las sequías y una presión todavía más insostenible sobre los recursos hídricos. “Estas problemáticas se prestan a que nosotros implementemos nuestro enfoque de evaluación y es por eso que hemos llevado a cabo una investigación para identificar factores de incertidumbre en la gestión de los recursos hídricos”, explica. Concretamente, en la utilización de aguas regeneradas.
“Las comunidades de regantes son los principales actores afectados en este caso, así que quisimos conocer cómo percibían los diferentes aspectos relacionados con la reutilización”, describe. El objetivo era saber cuáles eran los porcentajes de utilización de agua reutilizaba que empleaban, qué problemas tenían durante su uso y qué valoración hacían de aspectos como el precio, los costes energéticos y los beneficios ambientales que conlleva este recurso. “Les preguntamos en función de su preocupación y comprobamos que lo más importante para ellos era el coste y el nivel de calidad del agua, pero queríamos saber si estarían dispuestos a pagar más por mayor calidad”, matiza. “Descubrimos que, sin duda, podrían aumentar los porcentajes de implementación de agua reutilizada en escenarios de futuro, siempre que los niveles de calidad fueran mayores y también la competitividad económica”, explica.
La clave está en el Sureste
Su investigación se llevó a cabo en el marco del Congreso Nacional de Regantes celebrado en Torrevieja en mayo de 2018. “Allí vino gente de toda España, pero la gran mayoría procedían de las cuencas del Sureste y del Sur, que son las zonas que más huerta y cultivo de regadío tienen”, comenta. En concreto, el 63% de la muestra fueron personas pertenecientes a comunidades de regantes de las cuencas del Sureste: Júcar y Segura. Pero también contaron con la opinión de algunos expertos de las cuencas del Tajo y del Guadiana. “Era lo más lógico, porque entorno al 60% de la reutilización en España se da en las cuencas del Sureste”, afirma el sociólogo ambiental. Así que preguntaron y sacaron datos cuantitativos. “Hemos trabajado sobre todo los niveles de implementación, las percepciones y las preferencias, porque nuestra labor como sociólogos es interpretar diferentes mecanismos o factores de incertidumbre y de vulnerabilidad socioinstitucional.
El primer estudio
Hasta ahora no se había investigado prácticamente nada sobre percepción social de recursos hídricos no convencionales. “Solo hay una investigación importante que cuenta con la coautoría de María Hernández, profesora de la Universidad de Alicante, donde se hace una aproximación al estudio de la percepción social de la ciudadanía en general a las diferentes opciones de oferta hídrica: desalinización, acuíferos o reutilización”, detalla Aznar. “Pero no se había hecho nada que se acercara tan de lleno a una única opción como la reutilización de aguas regeneradas”, matiza. Un trabajo que se ha realizado con una muestra de expertos que cuenta con los principales actores en esta materia: regantes, agricultores a nivel productivo, técnicos de instituciones y directivos de corporaciones.
La solución es la integración
Sin embargo, con toda esta información, no se han especificado soluciones ya que la naturaleza del estudio es descriptiva y exploratoria. Aunque el sociólogo se atreve a vaticinar cuál será el reto que debe afrontar la sociedad en un futuro próximo. “El reto es lograr una gestión integrada de los diferentes tipos de recursos hídricos, contando con todas las soluciones posibles y poniendo de acuerdo las diferentes preocupaciones de los agentes afectados”, explica. “El modelo debe transitar hacia la gestión integrada y no uniforme; debemos acostumbrarnos a integrar todo tipo de opciones hídricas como el agua desalinizada, de trasvases, de lluvia, agua reutilizada y acuíferos”, expone Aznar. “Lo fundamental es hacer esa triangulación”, sentencia.
“Las opciones más convencionales como la política trasvasística, con los retos del cambio climático y el aumento previsible de conflictividad entre cuencas, es una opción que está en situación regresiva”, afirma el sociólogo. “Tenemos que pensar en que los trasvases no pueden ser la principal fuente, sino una fuente secundaria que permita dar solución a situaciones de excepcionalidad”, insiste.