Un estudio internacional con participación de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha constatado que el desmantelamiento de residuos electrónicos expone a contaminantes peligrosos para la salud. El trabajo, hecho en Bangladesh, revela el riesgo que suponen algunos compuestos. Estos se usan en aislamiento de cables, carcasas de plástico, paneles LCD y tableros de circuitos de equipos eléctricos y electrónicos.
Esta es una situación que empeora cada año. La creciente demanda de productos tecnológicos ha incrementado exponencialmente en las últimas décadas la producción de residuos electrónicos. Solo en 2014 se estimaba en 41,8 millones de toneladas. Una cifra que, si se analiza el caso español, supera cada año el millón de toneladas de basura electrónica. Y, de estas, 750 000 toneladas se podrían reciclar.
Las conclusiones del trabajo refuerzan la preocupación creciente sobre la exposición de los trabajadores en contacto con residuos electrónicos. Especialmente, indican, en los países en desarrollo, donde no cuentan con equipos de protección adecuados. Sin embargo, no es un problema exclusivo de estos países, ya que un estudio previo realizado en una instalación canadiense lanzaba niveles de contaminantes incluso superiores.
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Talleres ventilados o cerrados
La diferencia podría estar relacionada con la ubicación de los talleres: mientras Bangladesh están abiertos y cuentan, por tanto, con mayor ventilación, en Canadá se encuentran en espacios cerrados. Así se desprende del trabajo liderado por la investigadora Miriam Diamond, de la Universidad de Toronto. En la parte española han contado con la investigadora Ethel Eljarrat, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC (IDAEA-CSIC). Como explica Eljarrat, «los trabajadores de cualquier país están altamente expuestos si no disponen de equipos de protección individual (EPI). Estos resultados deben tenerse en cuenta a la hora de implantar medidas destinadas a proteger a la población en general. Así como promover el desmontaje de los residuos de forma segura para los trabajadores».
«Durante el desmantelamiento de estos aparatos se generan residuos que contienen componentes peligrosos y muy contaminantes. Es el caso de ciertos aditivos químicos de los plásticos, retardantes de llama y metales pesados, como el plomo, mercurio o cromo. Para la mayoría de estos compuestos no se cuenta con un control de reciclaje adecuado, con el daño que supone para el medioambiente y la salud humana «, explica Eljarrat.
Durante el trabajo se midió la exposición de 15 trabajadores de entre 14 y 60 años en diferentes plastificantes y retardantes de llama. Se aplicaron para ello dos métodos de muestreo nuevos: pulseras de silicona hechas con polidimetilsiloxa y camisetas de algodón. También se diseñaron «sándwiches de silicona», con el fin de «estimar la fracción de sustancia química acumulada en la camiseta que podría penetrar en el organismo a través de la piel», explica la investigadora del IDAEA-CSIC .
Hasta 2 microgramos por hora
Algunos de los compuestos examinados se utilizan en el aislamiento de cables, en las carcasas de plástico, paneles LCD y tableros de circuitos de equipos eléctricos y electrónicos. En total, los investigadores han encontrado 23 compuestos diferentes en todas las muestras analizadas. Y, además, que estos llegaban a los propios trabajadores. De hecho vieron concentraciones relativamente altas en las pulseras y camisetas de los trabajadores, en las que cada hora se acumulan hasta 2 microgramos de estos compuestos por cada 10 centímetros cuadrados de superficie.
«Se ha constatado que algunos representan un riesgo para la salud, lo que alerta sobre el peligro al que están sometidas las personas en contacto con los residuos electrónicos», añade Eljarrat. Entre las sustancias con mayores niveles de concentración destaca el difeniléter polibromado Deca-BDE-209, un retardante de llama prohibido internacionalmente por la Convención de Estocolmo. Además, en el caso de los artículos que lo contienen su reciclaje está permitido solo hasta 2030. También se encontraron niveles elevados de otros plastificantes organofosforados relacionados con posibles efectos cancerígenos y neurológicos, como el TFCIPP, el TCEP y el TPHP. ACN. Món Planeta