En 'Félix, un hombre en la tierra' su hija Odile reconstruye el ideario del mayor comunicador en castellano de la naturaleza.

Odile Rodríguez de la Fuente recupera la voz que redescubrió la fauna ibérica

Odile Rodríguez de la Fuente reconstruye el ideario de su padre en Félix, un hombre en la tierra. Con este extenso volumen recuerda el trabajo de quien fuera el mayor comunicador en castellano de la naturaleza. A través de un encuentro digital en Casa Mediterráneo, la bióloga repasa la influencia que tuvo en los años 70 en España y el mundo.

«Me he encontrado en los sitios más inimaginables a personas que conocían la obra de mi padre y que habían quedado tocados por su legado», explica en la charla. Quizá ahora parezca difícil de situar ese impacto, pero como recuerda en el prólogo del libro, la serie de televisión El hombre y la tierra llegó a los ochocientos millones de espectadores en el mundo.

Fuera de esas cifras, el alcance de Felix Rodríguez de la Fuente está en su influencia en un país en el que existían leyes que apoyaban organismos como la Junta de Extinción de Animales Dañinos. Como recuerda Odile, «todos los Ayuntamientos de España pagaban a quien llegara con los restos de un depredador». Para la bióloga esta es una medida que se tenía de la naturaleza, «eran bienes de interés de explotación: madera, pesca, caza… Y cualquier cosa que pudiese poner en caja esos intereses era apartado o esquilmado».

La falta de visión medioambiental

Eran los años del franquismo, cuando «se aterrazaron muchas zonas de bosque autóctono para plantar eucaliptos que fueran maderables y empezó una agricultura y ganadería mucho más industrializada». Es lo que se conoció como el desarrollismo, el programa que buscaba salir de una situación económicamente muy complicada y alejada de Europa.

Otra de las soluciones que se implantó, señala Odile, fue «urbanizar grandes zonas casi vírgenes porque teníamos una naturaleza más salvaje». En la década de los 70, en el paso de la dictadura a la democracia, «su voz en los medios de comunicación fue absolutamente pionera porque hablaba de la necesidad de mirar con otros ojos nuestra naturaleza».

Fueron los tiempos de los primeros divulgadores del ecologismo, entre los que destacaba también el francés Jacques Costeau y un joven David Attenborough. Entre ellos, el español «empezó a hablarnos de la importancia de todos los ecosistemas a nivel global y como todas las partes de ese ecosistema vivo que es la Tierra contribuyen al éxito o fracaso».

¿Por qué era aquella una visión adelantada? Como destaca Odile, aquello implicaba que las aves de presa o el lobo, que eran consideradas alimañas, se tenían que proteger. Eso se traducía en demandar que el uso de los cepos envenenados ya no fuera legal y en ofrecer una nueva mirada hacia estas especies.

La voz del cambio

Félix tenía la capacidad para conseguirlo. «Empezó a hablarnos de nuestra naturaleza y como cada una de esas piezas tenía un lugar muy importante en el funcionamiento y salud del ecosistema». Y la respuesta del público, cada vez mayor, le fue dando mejores espacios en radio y televisión. «Tenía al país encandilado con cualquier especie de la que hablase», apunta con orgullo.

Los mensajes que daba tenían un mayor impacto porque «hablaba de nuestra identidad. Era oír hablar a alguien muy español, porque utilizaba con mucha riqueza el castellano antiguo y palabras científicas». Cuando repasaba la fauna de la península, de sus paisajes y costumbres, «hablaba de unos principios y valores que parece casi una quimera hoy día tener éxito en los medios hablando de esto».

Televisión Española, referente mundial en naturaleza

El éxito televisivo del programa durante sus siete temporadas influenció a otras cadenas, recalca Odile. «La propia casa, Televisión Española, tendría que ser la primera en divulgar este aspecto», comenta. Aquella apuesta por hacer documentales de naturaleza «fue la de mayor éxito en términos comerciales porque, además, creó escuela». Y así, «la BBC miraba con lupa lo que se hacía en El hombre y la tierra porque marcaban tendencia y hacían cosas impensables».

Rodados en celuloide de 35 milímetros, contaban con la máxima calidad que se disponía en la época para las grabaciones. Y con ello conseguían hacer grandes producciones que sorprendían a una audiencia que no estaba habituada a «que de repente se viese en color y en toda la intimidad la vida del lirón careto, o del abejaruco en su nido o qué hacía el martín pescador, o lobos cazando a un jabalí».

La capacidad de Félix de sorprender con estos animales a la audiencia era una de sus grandes bazas. «Había animales que se desconocían en el léxico popular, como la gineta o el desmán de los Pirineos. Estaba todo el mundo pegado al televisor para ver qué desvelaban en aquel capítulo», indica. «La cadencia de su voz y frescura seducía», concluye.

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