La ciencia hace años que ha aprendido a describir las fragancias de la naturaleza. Para ello, utiliza aparatos capaces de medir sus ingredientes principales, los compuestos orgánicos volátiles (COV). Las plantas, los hongos, las bacterias y todos los animales desprenden estos productos químicos naturales para comunicarse entre ellos, son su lenguaje.
Ana María Yáñez, investigadora del CREAF, hace años que descifra sus mensajes y publica en la revista Global Change Biology el estudio de revisión más exhaustivo y actual hecho hasta el momento sobre el tema, Amazonian biogenic volatile organic compounds under global change. Concretamente, sobre los compuestos volátiles que emiten los bosques del Amazonas, sus emisores más importantes en alcance planetario.
Según el estudio, de aquí a 23 años la deforestación, los incendios y el cambio climático han hecho aumentar la concentración de sesquiterpenos en el aire amazónico, mientras que ha disminuido la de isoprenos. El bosque tropical desprende estos dos compuestos cuando está en una situación de estrés. Por un lado, la evaporación de sesquiterpenos intensifica con el calor porque sirve de protector ante las altas temperaturas. Por otro, cuando hay pérdida de biomasa (troncos y hojas) por deforestación o incendios, disminuyen los isoprenos.
Estos alertan de la salud de la región
El equilibrio entre uno y otro se ha utilizado como señal para medir el estado de salud del Amazonas. Así lo comenta Ana María Yáñez, primera autora del artículo. Los sesquiterpenos son compuestos orgánicos volátiles biogénicos de 15 carbonos, extremadamente reactivos y con alto poder de formación de aerosoles. Los isoprenos contienen 5 carbonos, son más comunes y abundantes, muy reactivos y con alto poder de formación de aerosoles, pero en menor proporción respecto a los anteriores.
La revisión recoge todos los factores que configuran el cóctel de perfumes amazónico y pone en evidencia que se están alterando por la actividad humana. «La composición y cantidad de compuestos químicos que emiten los seres vivos, sobre todo las plantas, dependen mucho del calor. Pero también de la humedad y la radiación solar, de la exuberancia de la vegetación, de las especies que hay, de momento del año, si salen las hojas, si florecen las plantas. Por eso, el cambio climático y la desaparición de bosques están haciendo cambiar el aroma del planeta, sobre todo en el Amazonas».
La revisión ha tenido en cuenta más de 240 artículos publicados en revistas científicas sobre la temática. Además, ha contrastado la información con datos y observaciones por satélite y con modelos matemáticos.
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El papel ecológico de los COV
Las sustancias químicas de nombres impronunciables que aparecen con mayor concentración en el Amazonas se traducen en nuestro nariz como olor de hierba cortada, de pino o de tierra húmeda, entre otros. Aparte de dar pistas sobre el estado de salud de los sistemas forestales, los COV son sustancias químicas con un papel ecológico muy relevante.
Al ser esenciales para la comunicación entre seres vivos, facilitan las relaciones entre especies. Desde la atracción de insectos polinizadores, el olor de los frutos para que se los coman y se dispersen las semillas, hasta la protección frente a herbívoros. Si estas fragancias cambian, los seres vivos pueden confundir los mensajes y perder capacidad de comunicación, de reproducción, de protección, etc.
Por otra parte, los COV tienen un papel imprescindible en la regulación del clima y del agua. «La modificación de las concentraciones de COV en la Amazonia, como la disminución de isoprenos, podría tener consecuencias en la radiación solar que llega a la superficie de la Tierra y en el régimen de lluvias. Son compuestos que participan en la formación las nubes y que crean aerosoles que regulan la cantidad de radiación solar que llega a la superficie terrestre», concluye Yáñez. Món Planeta