Los megaincendios tienen efectos devastadores por su intensidad y rapidez, como se pudo comprobar este curso en Australia.

Megaincendios: la bomba atómica forestal

El abandono del campo y la crisis climática favorecen las condiciones para que se produzcan incendios que pueden llegar a quemar 10 000 hectáreas por hora. Con el nombre de megaincendios se definen estos fenómenos extremadamente virulentos, con altísimas velocidades de propagación, muy destructivos y prácticamente incontrolables.

Este es el tema que analizan esta semana en Todo es Agua, el pódcast que desarrolla Fundación Aquae, la fundación de Hidraqua. La experta en comunicación y negocio digital Yolanda Colías conduce este programa sobre estos desastres que, adelanta, cada vez se producen con más frecuencia e intensidad.

El impacto de estos preocupa especialmente en zonas como el centro y norte de Europa, poco acostumbradas a incendios de grandes dimensiones. De explicarlo se encargan los invitados de Todo es agua, Ramón Vallejo, director científico del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo y catedrático de Fisiología Vegetal en la Universidad de Barcelona; y Jordi Vendrell, experto en meteorología de incendios y responsable de proyectos internacionales de la Fundación Pau Costa.

Tormentas de fuego, literalmente

El prefijo mega refleja la devastación de la que son capaces estos incendios. Según indica Vallejo, liberan tal cantidad de energía que modifican la meteorología de su entorno, llegando a provocar tormentas de fuego: «Alcanzan intensidades térmicas equivalentes a varias bombas atómicas y generan corrientes de aire caliente, incluso nubes (pirocúmulos), que a veces pueden llegar a producir lluvia y rayos».

Esos pirocúmulos no son el único efecto secundario que son capaces de crear los megaincendios. Además, «transportan y arrastran partículas incandescentes (pavesas), que pueden generar focos secundarios a kilómetros de donde está el foco principal», añade Vallejo. Al catedrático le preocupa que estas y otras partículas contaminantes pueden viajar distancias muy largas. «Por ejemplo, en el megaincendio de Australia estas partículas contaminantes viajaron más de 10 000 kilómetros, ya que se detectaron en América del Sur».

A finales de 2019 y principios de 2020, Australia sufrió durante cuatro meses un incendio extremadamente virulento. El repaso a las cifras es abrumador. Murieron 34 personas y 1 500 millones de animales en las 12 millones de hectáreas que arrasó. Su altísima propagación, de 10 000 hectáreas por hora, obligó a 18.000 australianos a abandonar sus casas.

No era la primera vez que se producían en el mundo episodios de este calibre. También en 2019, esta vez en Bolivia y Siberia, ya se sufrieron los efectos de los megaincendios. Y antes fueron los de Argentina, Sudáfrica y California, en 2018; y en los de Chile y Portugal, en 2017.

Megaincendios y crisis climática

Uno de los aspectos que analizarán en Todo es agua es la estrecha vinculación entre los megaincendios y crisis climática. El caso australiano sirve de ejemplo para ello. La estimación es que estos fuegos liberaron a la atmósfera entre 400 y 700 millones de toneladas de dióxido de carbono. Y eso genera un círculo vicioso, más crisis y más riesgo de incendios. De hecho, entre 2013 y 2019 registraron sus seis años más calientes y una sequía que se prolongó durante 20 meses.

Estas cifras reflejan el enorme impacto medioambiental a escala planetaria de los megaincendios. No solo por los significativos niveles de CO2 que inyectan a la atmósfera, sino también por las partículas contaminantes que generan y viajan a miles de kilómetros de distancia. Un dato a destacar: las emisiones debidas a los incendios que se produjeron en el mundo durante 2019 ascendieron a 7 800 millones de toneladas de CO2, según el informe Incendios forestales 2020: El planeta en llamas de WWF.

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Estudios y predicciones

«Tras los megaincendios del oeste de Estados Unidos y Australia quedó patente que el cambio climático favorece las condiciones para que se produzcan esta clase de incendios», indica el director científico del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo. «Pero», prosigue, «demostrar científicamente esta relación entre el calentamiento global y los incendios forestales extremos no es fácil porque intervienen muchos factores». Según razona, entre ellos están «no solo las condiciones meteorológicas, sino también cómo se utiliza el paisaje, en qué estado se encuentra la vegetación o cómo son las igniciones, las actividades humanas que muchas veces los provocan».

La capacidad de predicción de los científicos para saber cómo se comportará el fuego y conocer su meteorología todavía es limitada. «Utilizamos modelos de propagación del fuego, que nos permiten trabajar en tiempo real, para entender cómo se va a comportar y hacia donde irá, lo que permite decidir dónde concentrar los medios de extinción. Lo más difícil de predecir son las condiciones meteorológicas que genera el propio fuego ya que a la meteorología de un territorio en un determinado momento se suman los cambios en la circulación del aire que produce el fuego cuando este es de grandes dimensiones», señala Ramón Vallejo.

Los Pirineos, nuevas zonas de riesgo

La crisis climática ya no solo afecta al área mediterránea, sino también al centro y norte de Europa. Eso está generando que países no acostumbrados a incendios extremos empiecen a ver cómo les afecta. Grandes masas forestales, como los Pirineos, los Alpes, las Ardenas o la Selva Negra, se han convertido en zonas de riesgo.

«Debemos pasar de una visión centrada en la extinción a una visión centrada en la preparación y la prevención», destaca Jordi Vendrell.  Esto pasaría «por educar a la sociedad para que aprenda a convivir con estos incendios. Tenemos que conocer el riesgo de incendios de las zonas en las que vivimos y también pautas para saber cómo actuar en caso de emergencia». Para el experto en meteorología de incendios, «el fuego es un elemento natural que forma parte de nuestros ecosistemas, por lo que hay que buscar soluciones que nos permitan convivir con él».

Como responsable de proyectos internacionales de la Fundación Pau Costa –organización con la que Fundación Aquae colabora a través de la Red Impulsores del Cambio–, su mirada se dirige al exterior. «Hay que aprovechar las lecciones aprendidas de los que ya han sufrido estos megaincendios, como los compañeros de Portugal, Australia o California», señala.

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Cómo afrontarlos

El abandono rural y una gestión forestal poco adecuada pueden crear escenarios idóneos para estos incendios de grandes dimensiones. «Para plantarles cara debemos invertir en los paisajes forestales para hacerlos más resilientes y resistentes al fuego, potenciar la economía rural y fomentar la economía circular», concluye Vendrell.

La Fundación Pau Costa, que ya ha formado a más de 1 500 profesionales a nivel internacional, lleva a cabo proyectos innovadores de prevención como los ‘rebaños de fuego’. Estos ayudan a la gestión del riesgo de incendios forestales a través del pastoreo extensivo, a la vez que crea estructuras económicas en el medio rural.

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