Un nuevo estudio demuestra que si se actúa sobre el paisaje promoviendo prácticas agrícolas, se puede llegar a reducir hasta la mitad del área afectada por grandes incendios forestales prevista para el período entre 2030 y 2050. El artículo publicado en la revista Ecosystem Services y donde ha participado el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) concluye que hay que gestionar el riesgo de incendios teniendo en cuenta las características de la vegetación.
De esta forma, plantea aplicar medidas concretas para crear paisajes menos inflamables, con especies que quemen más lento. Además, destaca que sean con menos densidad de vegetación, más heterogéneos y, en definitiva, más resistentes al fuego. «Las matemáticas están preparadas para que podamos comprobar desde un ordenador cómo crear un territorio menos atractivo para las llamas». Así lo ve el investigador Lluís Brotons, quien resalta el aspecto esencial de ese territorio que menciona, «que no queme de manera incontrolable«.
Sequía extrema y bosques homogéneos
¿Cuáles son los ingredientes básicos de los incendios de sexta generación? El investigador Adrián Regos los detalla en esta pieza. El cambio climático, con altas temperaturas y sequía extrema, y el bosque homogéneo y joven que ha crecido debido al abandono de prácticas agrícolas ancestrales.
Los resultados del estudio muestran como una aplicación eficaz de las políticas agrícolas reduciría el peligro de incendios. Y, al mismo tiempo, garantizaría la conservación de la biodiversidad. De esta forma estabilizaría la disponibilidad de hábitats para especies protegidas o amenazadas a lo largo de las próximas tres décadas. Otro de los beneficios que calculan se lograría es que la creación de estos paisajes menos combustibles aumentaría el secuestro de carbono. En el caso de estudio, por ejemplo, la gestión activa del territorio provocó un aumento de cerca de 3.5 teragrams de carbono (TGC) entre 2020 y 2050. ACN. Món Planeta