La investigación se inició hace diez años con el objetivo de identificar las consecuencias del uso intensivo del suelo en la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas. Ya sea para la generación de pastos e incluso fines forestales. Usos que después tienen consecuencias no solo en ese mismo terreno, sino también en los ecosistemas donde se encuentran. “El uso intensivo puede variar el ciclado de los nutrientes, la regulación del clima o la limpieza del agua”, confirma María Felipe-Lucia.
La científica del Centro Helmholtz para la Investigación Ambiental (UFZ) y del Centro alemán para la Investigación Integrada de la Biodiversidad (iDiv) en Leipzig (Alemania), lleva varios años analizando datos y coordinando parte de esta investigación. Proyecto en colaboración con la Universidad de Berna en el que también participa el investigador del departamento de Ecología de la Universidad de Alicante, Santiago Soliveres.
Análisis del terreno
El área de estudio, en Alemania, engloba diversas parcelas. “Los propietarios hacen su uso habitual y nosotros medimos hasta veinticinco parámetros del ecosistema”, describe Felipe-Lucia. El contenido de los diferentes nutrientes del suelo, por ejemplo. También el funcionamiento de las bacterias para la descomposición de los nutrientes. Incluso la asimilación por parte de las plantas de esos nutrientes. Medidas que hablan sobre el buen funcionamiento del suelo.
Además, se mide la biodiversidad de dieciséis grupos, como los insectos que viven en el suelo o en las plantas. También la diversidad de plantas, musgos, hongos, flores o helechos. Con todo detalle se analizan todos estos suelos. Un área de estudio que engloba hasta 150 parcelas de pastos, además de otras 150 parcelas forestales naturales y para producción de madera.
Contrastes de intensidad
En los pastizales, los suelos menos intensivos que analizan son los destinados a agricultura ecológica. Esas parcelas usan fertilizantes y productos naturales, pero además se hacen menos siegas de pasto, con menor producción. En el extremo contrario, analizan otros terrenos que emplean fertilizantes químicos y cortan varias veces el pasto. Referente a los bosques, lo más natural que analizan son los nativos. Unos hayedos sin gestión del hombre que forman parte de reservas de la biosfera. Por otro lado, lo más intensivo que analizan son las plantaciones estructuradas de pinos o abetos que sí se podan y gestionan.
Servicios del ecosistema
Los últimos estudios han introducido una nueva variable. Durante estas prácticas en las parcelas estudiadas se ha aprovechado para medir un tercer aspecto: los servicios del ecosistema. Ejemplo de esos servicios beneficiosos que ofrece el ecosistema son, por ejemplo, la calidad y cantidad de sus propios forrajes. Pero también la infiltración de agua y el secuestro de carbono por el suelo o el control biológico de enfermedades. Se miden, además, otros aspectos culturales como la cantidad de hongos, plantas, flores, mariposas y aves autóctonas e icónicas del territorio.
Análisis en red
“Lo que queríamos demostrar midiendo a la vez esta nueva variable es que todas ellas están directamente relacionadas”, justifica la científica. Cuando afectas a una, afectas a las otras. De este modo, mediante este método de análisis en red a lo largo de un gradiente de intensificación agrícola, se demuestra que las prácticas agrícolas y forestales tienen consecuencias en los ecosistemas que les rodean. “La principal conclusión es que las prácticas más intensivas reducen los efectos beneficiosos que produce la biodiversidad de un ecosistema”, sentencia.
A mayor intensidad, menor biodiversidad
“Cuanto más intensivo es el uso del suelo, menos relaciones entre biodiversidad y servicios”, afirma la experta. Una consecuencia de este uso intensivo es que los ecosistemas se vuelvan más homogéneos, sin diversidad de especies y de funciones y servicios”. explica Felipe-Lucia.
El agricultor puede generar con su uso intensivo y fertilizantes un ‘efecto de provisión’, obteniendo mayor producción. Pero, al mismo tiempo, se pierden otros servicios de regulación natural e incluso los aspectos socioculturales. “Trabajando los suelos con menor intensidad quizá se produzca menos, pero se obtienen todos los servicios y se conserva la biodiversidad”, apunta. Por el contrario, exagerando la producción, se reducen drásticamente y se pierden especies únicas adaptadas a esos ambientes.
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