«Concienciar a la sociedad de todo lo que nos aportan los plásticos y lo que tenemos que hacer al final de su vida útil para no dejar de disfrutar de esas ventajas». Esa es la necesidad que se marcaron EsPlastico, los impulsores de The Plastic Museum. Así lo explica José Antonio Costa, después de que este proyecto efímero haya pasado por la plaza Juan Goytisolo en Madrid.
Un museo que se recicla a sí mismo es una idea atrevida. Una forma de subrayar lo importante que es reciclar el plástico. Y así «no generar un problema medioambiental que muchas veces se genera por una mala gestión del residuo abandonado«, indica Costa. Al situarlo frente a uno de los más importantes museos de España, el Reina Sofía, conseguía ese altavoz mediático. Y político, añade, «porque la Administración tiene un papel importante que jugar para que existan unas infraestructuras adecuadas para que se pueda reciclar».
Tres canales de reciclado
Y eso en España está funcionando. Al menos en parte. «Somos el segundo país europeo donde más se recicla el plástico por medios mecánicos«, recuerda Costa. «Somos campeones en algo pero hay que trabajar mucho más porque el reciclado mecánico es una parte, cubre el 40 % del que se genera. Queda mucho margen para ese otro 60 %», añade.
El reciclado químico es una de las opciones que se trabaja para aumentar esa tasa. Mediante este sistema, apunta, «se puede recuperar también material». Del mismo modo, incluye la valorización energética como otra alternativa. «No tenemos que olvidar que si el origen del plástico es el petróleo, al final de su vida útil lo tiene y se puede aprovechar también para generar energía«. Esta opción, indica, sería la tercera vía cuando las dos anteriores no son aplicables.
Estas explicaciones formaron parte del recorrido que tenía The Plastic Museum. «Lanzamos al visitante una serie de preguntas para que nos demos cuenta de cosas que tenemos en la cabeza y no se corresponden a la realidad», explica. Como ejemplo de estas, «se piensa que se consume mucho petróleo para producir plásticos». Y, según sus datos, solo el 6 % del que se produce se dedica a ello. «Ese 6 % que sacamos, al final de su vida útil si no fuera posible reciclarlo de otra forma, podríamos tener el mismo poder calorífico que el petróleo inicial«. Eso demostraría que «es un material con muchas bondades». Y, «lo que hay que evitar a toda costa es que acabe abandonado porque se convierte en un peligro».
Concienciar aquí y fuera
Evitar que esto suceda es una responsabilidad de todos, sostiene. «Las empresas, la Administración y el ciudadano tenemos que tomar conciencia de que si acaba en el medioambiente es que alguien lo ha abandonado«. En ese sentido, desde Bruselas se está trabajando para evitarlo. «¿Cuánto residuo plástico abandonado se genera en Europa respecto al mundo? Estamos hablando de menos del 1 % de lo que llega a los mares», señala.
Esos datos le sirven para razonar que «existe una concienciación importante, al menos en esta parte del mundo«. El problema, prosigue, está «en otros países donde no existen infraestructuras adecuadas para favorecer ese reciclado y están contribuyendo negativamente a verterlos». Eso sí, puntualiza, «en Europa tenemos que seguir trabajando porque hemos visto en la pandemia el abandono de mascarillas en la vía pública. Eso son cosas que tenemos que evitar».
Depositar los residuos plásticos en el depósito adecuado ayuda a reducir este problema, insiste. «Son materias primas que se pueden volver a introducir en el ciclo productivo de forma indefinida», asegura.
‘Fui un museo’
Al proyectarlo tenían claro que debía ser cien por cien reciclable y que ese debía ser su fin. Abierto a principios de mayo, su fecha de caducidad tenía que ser el día internacional del reciclaje para cumplir su misión. «Así se toma conciencia de lo importante que es que al final el plástico se convierta en nuevos productos con infinitas vidas«, señala.
Eso es lo que está pasando con el propio proyecto. Como destaca Costa, «después de su exposición, se convertirá en nuevas piezas que recordarán The Plastic Museum«. Y avanza que la frase ‘Yo una vez fui un museo’ se grabará en objetos como gafas, sandalias y otros productos. Luego el proyecto virtual recordará lo que fue y para un futuro no descartan que se pueda replicar en otras ciudades. «La expectativa es que a nivel europeo cunda el ejemplo y podamos reproducir esta iniciativa en otras ciudades para generar una iniciativa similar».