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Jordi Cortina-Segarra: “Los objetivos de protección y restauración deben ser vinculantes con una ley”

Jordi Cortina-Segarra es catedrático de la UA y presidente de la Sociedad Europea de Restauración (SER), entidad que aglutina a profesionales de la restauración ecológica. Desde ahí se está promoviendo la aprobación de una Ley de Restauración de la Naturaleza a nivel europeo que garantice la obligatoriedad de cumplir con los objetivos fijados. La Comisión Europea ya la está redactando para iniciar su tramitación. Sin embargo, desde SER hacen un llamamiento para que fije porcentajes concretos y ambiciosos que además sean vinculantes y obligatorios. Impulsan una declaración al respecto y ya han recogido más de 1.500 firmas en colaboración con otras ONG europeas.

— Restaurar va más allá de conservar. Además de salvar los espacios naturales que todavía están en buenas condiciones ¿esta ley busca garantizar o blindar la reparación de aquellos desastres medioambientales que ya se han producido? Véase el mar Menor…

— Sí. La estrategia europea de biodiversidad 2030, aprobada ya por la Comisión y el Consejo de Europa, contempla ambas cosas: protección y restauración. No obstante, las zonas que ya están protegidas no están bien. Hay informes sobre su mal estado y, en ocasiones, no hay ni información sobre cómo se encuentran estas zonas protegidas. La ley obliga a conservar en buen estado las zonas protegidas de la Red Natura 2000, pero en muchos casos no es así. Ocurre con el Mar Menor, pero también en más lugares. Hay una proporción elevada de zonas que no están adecuadamente. Por eso la recuperación de estos espacios forma parte de la restauración.

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Objetivos y metas vinculantes

— ¿Y hasta qué punto está esto regulado entonces?

—  Un aspecto novedoso de esta ley, respecto a la estrategia de biodiversidad, es que se está planteando que los objetivos y metas sean legalmente vinculantes. Una cosa es tener una estrategia con unas aspiraciones y otra cosa es fijar unas cifras concretas que haya que cumplir con obligatoriedad. Esta ley lo garantizaría que los estados miembros cumplen con esos objetivos. Habría que demostrar que se han alcanzado las cifras establecidas, así como la calidad que se defina en la ley y los planes nacionales de restauración.

— ¿Qué procedimiento hay que seguir para que pueda ser una realidad?

— La Comisión Europea está elaborando la ley y estaba previsto que se publicara en diciembre, pero se ha retrasado. Actualmente está prevista para marzo. Presentarán su propuesta y se iniciará el proceso legal para que finalmente sea aprobada en el Europarlamento y el Consejo. Estamos hablando de un periodo largo, de años, seguramente.

— Entonces es seguro que habrá una ley…

— Bueno, la Comisión puede presentarla, pero también pueden tumbarla los estados miembros si no la consideran oportuna. En primer lugar, queremos que se acelere y se apruebe cuanto antes. Después, queremos que tenga contenidos ambiciosos. Eso es lo que perseguimos. Que se establezcan unas metas concretas y que sean vinculantes. Que se responda a la magnitud del desafío actual y que se garantice la calidad de las intervenciones. Que no cuente cualquier cosa como restauración. Por eso nuestra declaración en apoyo a las políticas más ambiciosas.

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El 50% del territorio europeo en 2050

— ¿En qué consistiría a grandes rasgos esta nueva ley? ¿Cuál es vuestra propuesta?

— Queremos que se definan los porcentajes concretos del territorio que hay que proteger, conserva y restaurar. Qué superficie tiene que estar completamente protegida y qué superficie debe ser restaurada. Ahí, nosotros hacemos una propuesta como Sociedad Europea de Restauración, en conjunto con las ONG europeas. Ha habido declaraciones previas y se le han presentado ya a la Comisión más de 100.00 firmas, por parte de esas ONG. Nosotros somos una sociedad profesional de restauración ecológica. Lo que hemos hecho es dinamizar a expertos en restauración. Investigadores y gestores involucrados en esto. Desde la perspectiva de la SER, estamos proponiendo que, al menos, el 30% del territorio de cada estado sea protegido y esté en condiciones favorables en 2030. Sin embargo, la planificación temporal tiene que llevar a que en 2050 esté en plenas condiciones un 20% más. Debemos tener en buenas condiciones ecológicas al menos el 50% del territorio europeo.

— ¿España está cerca de esos porcentajes?

— España tiene alrededor del 28% del territorio protegido en sistemas terrestres, no así en los marinos, y aun así eso no quiere decir que esté en buenas condiciones. Más de 138.000 km2 corresponden a superficie terrestre protegida, lo que representa un 27,35% del territorio español, y unos 84.300 km2 son de superficie marina. La Comisión Europea planteará unas metas globales, así como niveles de ecosistemas: bosques, zonas agrícolas, marinas, urbanas, etcétera. Esas metas se tendrán que trasladar a los estados miembros para que tomen las medidas y desarrollen un plan nacional. Eso significa que cada país define cómo va a contribuir en el porcentaje global, en qué ecosistemas, con qué prioridades, qué herramientas de financiación va a utilizar, etcétera.

Muchos frentes de degradación abiertos

— ¿Cuál es el territorio que precisa una actuación más urgente en España? ¿Y en el resto de Europa?

— La pregunta es compleja. Estamos empezando a trabajar sobre esta cuestión porque hay muchos frentes de degradación abiertos. Dependiendo del criterio que utilicemos, hay una prioridad o hay otra. Si nuestra prioridad es la lucha contra el cambio climático y la fijación de carbono, entonces los humedales son especialmente relevantes. Si nos preocupa más la vulnerabilidad a incendios, otras zonas son las prioritarias. Tenemos otro frente abierto que es la fragmentación de los ecosistemas. La naturaleza cada vez está más fragmentada; hay cada vez menos espacios naturales y están más distantes entre ellos. Eso supone un problema para la biodiversidad. También es un grave problema de desertificación y también podría ser otro criterio. Lo que hay que hacer es abordar todas esas prioridades.

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«La casa hecha unos zorros»

— ¿Podría contribuir al desarrollo rural y abordar el desafío de la despoblación?

— Hay que integrar el desarrollo rural. La restauración tiene un impacto en eso. No es solo recuperar la biodiversidad de una determinada especie. Estamos hablando de recuperar los servicios ecosistémicos degradados. Haciendo un símil sencillo, tenemos la casa hecha unos zorros. Nos pierde agua el calentador, la pared está desconchada, etcétera. Eso va provocando un deterioro de la calidad de vida. Hay que poner todo en condiciones.

A nivel de estado y a nivel de Europa hay unas prioridades, pero no hay que olvidar que la restauración es una actividad local. Se hace a nivel del municipio, de una comunidad de vecinos, etcétera. Ahí también surgen otras determinadas prioridades. Hay que trabajar con esos determinados grupos de interés para integrar sus prioridades. A veces surgen problemas que no están relacionados con la ecología. Por ejemplo, restaurar zonas socialmente vulnerables por el desempleo.

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