Ángel Villanueva es director de resiliencia y cambio climático de Agbar en España. Afirma que el concepto de resiliencia se puede aplicar a cualquier servicio urbano. De forma metafórica, describe la ciudad como “un ser vivo con muchos servicios interconectados”. Esa interdependencia provoca que el daño en uno genere una caída del resto en cascada. Por eso ante cualquier riesgo, y en particular ante eventos de origen climático, su labor consiste en identificar esas relaciones para que todos esos servicios estén prevenidos ante posibles crisis y reduzcan su vulnerabilidad.
Agbar viene desarrollando varios proyectos en este sentido, en Barcelona y Badalona, centrados en fenómenos de origen climático. “Analizamos cuál es nuestro actual nivel de vulnerabilidad y cuál será dentro de unos años, aplicando las previsiones de cambio climático”, describe. Y es que, en el ámbito mediterráneo, el cambio climático juega las peores pasadas. Precariza la disposición de agua y acentúa los fenómenos extremos que generan esas crisis: inundaciones, temporales marítimos, incendios… “Todo ese trabajo previo con los gestores de riesgos, con las administraciones a todos los niveles, con las asociaciones ciudadanas, nos ha llevado a establecer diferentes categorías de medidas encaminadas a mejorar la resiliencia de las ciudades”, afirma.
Mitigación y adaptación
Medidas de mitigación del cambio climático, como reducir emisiones para intentar que en el futuro no sea tan acusado. También medidas de reducción del peligro, como pueden ser las infraestructuras para evitar inundaciones. “Pueden ser medidas duras o blandas, pero el objetivo es el mismo: reducir el impacto para que nos haga menos daño”, afirma. Otra categoría de acciones, a veces olvidadas, son las de adaptación. “La lucha contra el cambio climático tiene siempre dos planteamientos: mitigación, para intentar que pase menos, y adaptación, para intentar estar mejor preparados”, describe Villanueva.
El riesgo es el peligro de impacto por la vulnerabilidad. Por lo tanto, la mitigación intenta reducir el impacto, mientras que la adaptación intenta reducir la vulnerabilidad. De las dos maneras se reduce el riesgo, y ambas son igualmente válidas. “Yo no puedo impedir que haga calor, pero sí puedo poner más zonas de sombra y puntos de hidratación”, explica. Una de las medidas de adaptación fáciles de implementar, por coste y rapidez, son los sistemas de alerta temprana integrales (SATI). No evitan el peligro, pero sí avisan para adelantarse al impacto y tratar de minimizarlo. “Recibir datos e información te permite ponerte a salvo o minorar los daños”, apunta Villanueva. En eso consisten los últimos proyectos de Agbar.
LIFE Baetulo, en Badalona
El proyecto LIFE Baetulo, en Badalona, es un sistema de alertas dimensionado para una ciudad costera de 200.000 habitantes. “Tiene en cuenta inundaciones, temporales marítimos, olas de calor y de frío, nevadas, contaminación del aire, temporales de viento, incendios, vertidos a las playas, etcétera”, enumera. Elementos que el Consistorio de la localidad detectó como relevantes y para los que ya estaba implantando protocolos de actuación. “Se trata de una plataforma que digitaliza la gestión de las crisis”, explica el experto.
Primero, con un panel de control que adquiere información primaria de diversas fuentes, a diferentes escalas, combinando medidas actuales y previsiones. Después, mediante algoritmos, esos datos se ‘cocinan’ para determinar, en función de las variables derivadas, cuál el nivel de riesgo: normalidad, prealerta, alerta o emergencia. En función del nivel se emiten notificaciones, tanto hacia los gestores públicos usuarios de esta plataforma como a la ciudadanía, obviamente con contenidos adaptados a cada tipo de destinatario.
![Villanueva destaca el trabajo hecho en Live Baetulo.](https://xn--rediseo-9za.iambiente.es/wp-content/uploads/2022/02/Captura-de-pantalla-BAETULO_2.jpg)
La herramienta muestra en un mapa los elementos vulnerables ante cada peligro y nivel de alerta: hospitales, colegios, carreteras, vías de tren, pasos inferiores, etcétera. “Según qué peligro sea y el nivel de la alarma, te muestra las zonas y los elementos en peligro”, describe. A partir de ahí, la plataforma le muestra al responsable municipal sus protocolos de alerta convertidos en una checklist de cosas a tener en cuenta y las acciones que hay que tomar, con indicación de los responsables de hacerlo, que pueden ir marcándolas conforme se van implementando. Todo en tiempo real.
“Por ejemplo, si hay peligro de ola de calor, se habilitan refugios climáticos; si hay peligro de inundación, se abren las compuertas de admisión del tanque de tormentas o se envían patrullas a los pasos inferiores, etcétera”, apunta. Tras la crisis, y ya con tranquilidad, la plataforma Baetulo también permite hacer lo que Ángel Villanueva llama “la autopsia”: Un análisis ‘posepisodio’ para ver qué se hizo bien o mal y si los umbrales fueron adecuados. “La mejora continua surge precisamente del aprendizaje que te deja cada crisis”.
Un sistema replicable
El proyecto se lanzó a mediados de 2020 y desde enero de 2022 está operativo, en fase de pruebas. De momento, solo se ha podido testear una pequeña ola de frío que duró una semana. “Por suerte, este año todavía no ha habido ninguna gran crisis, al revés que el año pasado”, afirma Villanueva. Lo previsible es que en primavera o después del verano se produzcan episodios de lluvia e inundación y ahí es cuando la plataforma demostrará todo su potencial. “Después, buscaremos lugares donde replicar la herramienta, porque el objetivo es que pueda ser usado en más municipios”, explica. Y es que esta plataforma encaja de lleno como solución de adaptación al riesgo en los proyectos subvencionables por los fondos europeos Next Generation.