Desde la era preindustrial, el mundo ya se ha calentado 1,2 ºC, según el panel del IPCC de la ONU de 2021. Los océanos absorben cada segundo el calor equivalente a cinco bombas atómicas de Hiroshima. Y eso se produce a un ritmo más acelerado entre 1970 y la actualidad que en cualquier otro periodo comparable.
Una curva nunca vista en el planeta que ya provoca pérdidas. No sólo económicas, sino también de vidas humanas y no humanas. Sucedió en la ola de calor de junio pasado en la costa norteamericana del Pacífico, donde mil millones de crustáceos murieron. Un impacto sobre el ecosistema que tardaría varias décadas en restaurarse. De hecho, el ciclo vital de las estrellas de mar y las almejas supera los diez años.
Unos cincuenta humanos murieron debido a golpes de calor sólo en la provincia canadiense de North Columbia durante esa ola de calor. Para quien disfruta en casa de refrigeración, protegerse con el aire acondicionado es una manera de mitigar las temperaturas cada vez más extremas del verano. Pero para quien no dispone de ventilador o de capacidad de pagar las facturas eléctricas, la alternativa suele ser visitar una biblioteca o un centro comercial.
La adaptación
Para combatir las altas temperaturas estivales, en Barcelona el año pasado ya se habilitaron 155 equipamientos como refugio climático especialmente dirigidos a las personas más pequeñas y más mayores, los colectivos más vulnerables a las temperaturas extremas.
26 grados, buena accesibilidad, zonas de descanso y agua para aligerar la sensación térmica elevada. Estas son las características de estos refugios, bien señalizados y repartidos por toda la ciudad. Ahora el objetivo es convertir once patios de centros escolares en once refugios climáticos para mitigar los efectos del cambio climático sobre las personas más vulnerables.

Once proyectos arquitectónicos van a transformar los patios con vegetación (medidas verdes), espacios de sombra (medidas grises) y puntos de agua (medidas azules). El proyecto se refleja en una iniciativa que dio a luz en París hace unos años. “Patios Oasis” transformó diez patios escolares en islas de refrigeración. Lo hace a través de materiales (infiltración, rendimiento térmico y baja huella de carbono), sistemas de recuperación de aguas pluviales, soluciones basadas en la naturaleza y adaptadas a los riesgos (sombreado, evapotranspiración, resistencia a la sequía, no alergénico), mobiliario (sombra, áreas de juego, cabañas) de fabricación local, juegos de agua y fuentes.
La innovación de OASIS reside también en el proceso desarrollado para codiseñar y movilizar la inteligencia colectiva de los vecinos, de todas las edades, para definir y gestionar mejor las instalaciones locales. Aprovechar el espacio de los patios escolares para activar a los barrios es una iniciativa que ya desarrolla la ciudad de Nueva York desde 2007 con sus Patios Comestibles. Una iniciativa que permitió cultivar en el patio de la escuela verduras y frutas con las que luego la comunidad escolar aprendía a cocinar.