En el interior de la provincia de Alicante se esconde Vall de Gallinera. Un recóndito valle en la comarca de la Marina Alta, donde se diseminan ocho reducidos núcleos urbanos: Benirrama, Benialí, Benisivá, Benitaia, La Carroja, Alpatró, Llombai y Benissili. Esos son los nombres de las ocho pequeñas poblaciones en las que reside algo más de medio millar de habitantes.
Es una de las áreas más rurales de la zona norte de la provincia, lindando ya con la vecina provincia de Valencia. Conocer estos profundos y casi ocultos enclaves es introducirse de lleno en la naturaleza. Ya sea en otoño, invierno, primavera o verano, descubrir sus rincones es una explosión para los sentidos. Un territorio repleto de historia y tradiciones, con una cultura casi intacta donde, por momentos, parece haberse parado el tiempo.
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Fuentes y lavaderos
Sus casi 54 kilómetros cuadrados de superficie se encuentran a unos trescientos metros de altitud. Y, en todo ese terreno, son innumerables las fuentes o lavaderos que se encuentran a lo largo de los caminos. Un hermoso aliciente de singular belleza y amable sonido en cualquier ruta senderista que se decida emprender entre pueblo y pueblo.
Patrimonio histórico
Una de las múltiples sendas que se pueden recorrer en este valle conduce hasta las ruinas del Castillo de Benirrama. Una fortaleza construida entre el siglo XI y el XIII, de gran relevancia en época de Jaime I, que fue destruida por un terremoto en 1644. Hacia el Castillo de Benissili, conduce otra bella ruta senderista. Allí se pueden contemplar los restos del fuerte islámico, que fue residencia del caudillo Al-Azraq. El último reducto en rendirse al rey Jaume I. De igual modo, también son ruinas los restos del convento franciscano del siglo XVIII que se pueden encontrar en las cercanías de Benitaia, construido con el patrocinio del Duque de Gandía. Sin embargo, la belleza de lo decadente impregna al visitante en este hermoso lugar.
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La alineación solar de Penya Foradà
Ese convento, de hecho, está conectado con uno de los enclaves más representativos e icónicos de Vall de Gallinera. Se trata de la Penya Foradà donde, en lo más alto, se halla un curioso orificio. A través de él, en los meses de marzo y octubre, se vive todo un espectáculo. Y es que los rayos del sol atraviesan la foradà e iluminan el convento franciscano. Sobre todo, el 4 de octubre, coincidiendo con el día de celebración de su patrón, San Francisco de Asís. Se puede ascender desde Alcalà de la Jovada, Alpatró, La Carroja o Benitaia, las cuales confluyen en una sola senda en la falda de la peña.
Pinturas rupestres
Como ecos del pasado llegan esas curiosas alineaciones solares que indican lugares simbólicos. Porque viajar a través del tiempo se hace realidad en Vall de Gallinera. Máxime, en los abrigos de Benirrama y Benialí. Y es que estos lugares no solo son un deleite para los amantes de la naturaleza, sino que allí se encuentran algunas de las pinturas rupestres prehistóricas más relevantes de la provincia. Engloban diferentes épocas y estilos, como el levantino, el esquemático y el macroesquemático.
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El nuevo centro de interpretación
Para la interpretación y deleite con estas huellas de los antepasados más antiguos, la Diputación de Alicante ha creado un nuevo punto de información. En las proximidades de estos dos abrigos, uniendo el recorrido de unos diez kilómetros que conecta estos conjuntos de arte rupestre, se encuentran las nuevas instalaciones, que han contado con una subvención de hasta 200.000 euros para poder iniciar su actividad. El itinerario tiene como punto de partida el núcleo urbano de Benialí, en cuyo Ayuntamiento se ubica el nuevo centro de interpretación.