En el marco de l VII Congreso del Agua de Elche, Mª Inmaculada López Ortiz, presidenta del Comité Científico del congreso y directora de la Cátedra del Agua Diputación de Alicante-Universidad de Alicante, responde a las preguntas de este diario.
— Su ponencia explora cómo la escasez hídrica impulsó el ingenio técnico en la Época Moderna. ¿Qué paralelismos o lecciones podemos extraer de aquellas soluciones históricas para los desafíos actuales de gestión del agua en el sureste de España?
— En el transcurso de la historia, y también en la Época Moderna, la escasez hídrica fue un desafío constante para las poblaciones del sureste español, y justamente por ello se idearon y desarrollaron soluciones técnicas extraordinarias para paliar las consecuencias de dicho déficit. Fueron unas soluciones adaptadas al entorno, pensadas a largo plazo y con un fuerte componente comunitario. Los pantanos de Época Moderna fueron un hito tecnológico, en este sentido, por la magnitud de las construcciones y por la novedad que suponían en el panorama hídrico europeo. No fue casualidad, que estos colosos de la ingeniería se desarrollaran en este espacio deficitario, como tampoco que fuese aquí donde por primera vez se ideara el trasvasar aguas de una cuenca a otra.
El sureste español actual se enfrenta a desafíos hídricos similares. La aridez estructural sigue siendo un problema en estas tierras y un condicionante para su desarrollo económico y social, a lo que se suman los impactos negativos medioambientales, en un contexto de cambio climático, consecuencia del cual los fenómenos extremos son cada vez más recurrentes e intensos, y sus consecuencias más devastadoras. Podemos aprender de aquella capacidad de innovar que mostraron las sociedades del sureste aprovechando los recursos disponibles, para planificar con criterios de equidad y sostenibilidad, valorando el agua como un bien común, no solo como un recurso económico, que haga a nuestra sociedad más resiliente y competitiva.
— Los pantanos de la Época Moderna en esta región son un patrimonio impresionante. ¿Podría explicarnos cómo la construcción de estas infraestructuras transformó el paisaje de la época y qué impacto medioambiental tuvieron a largo plazo?
— Estos pantanos no solo alteraron el paisaje hidráulico; reconfiguraron el territorio agrícola, garantizaron los riegos y mejoraron la seguridad hídrica y alimentaria de sus poblaciones, permitiendo nuevas formas de ocupación del suelo. Su construcción permitió la expansión de cultivos, la estabilización de poblaciones y la mejora del control hídrico. Medioambientalmente, generaron zonas húmedas artificiales que, con el tiempo, evolucionaron hacia ecosistemas valiosos. A largo plazo, su integración en el paisaje fue tal que hoy muchas veces los consideramos parte del entorno natural. Esa convivencia entre intervención técnica y entorno es una de las grandes enseñanzas de aquellos proyectos.
— Más allá de su función principal, ¿qué importancia cultural y social tuvieron estos pantanos en las comunidades que los construyeron y se beneficiaron de ellos? ¿Existe algún vestigio de esa relación en la actualidad?
R:Los pantanos fueron auténticas obras colectivas. Su construcción implicaba a comunidades enteras y su mantenimiento requería organización, normas, y acuerdos para su correcta explotación. Eran espacios que articulaban relaciones sociales, religiosas y económicas. Hoy perviven en la memoria oral, en las festividades vinculadas al agua, en las toponimias y, por supuesto, en el paisaje y en el patrimonio cultural. Esa herencia material e inmaterial, aunque algo debilitada, sigue viva y merece ser recuperada como parte esencial de nuestro patrimonio hídrico.
— Muchos de estos pantanos históricos presentaban diseños ingeniosos para su época. ¿Cuál considera que fue la innovación técnica más destacada de aquellos proyectos y cómo se logró con los medios de los que disponían?
— Sin duda, la mayor innovación fue la adaptación al medio físico. Se diseñaban embalses que aprovechaban las condiciones geográficas, se utilizaban materiales locales, y se empleaban soluciones como aliviaderos escalonados, compuertas de madera y sistemas de conducción por gravedad extremadamente eficaces. Pero, sobre todo, habría que destacar la utilización del arco para la construcción de las presas, que permitió ampliar la superficie de embalse y les dio consistencia, prueba de ello es que hoy siguen formando parte de nuestro patrimonio hídrico. Todo ello sin maquinaria moderna, con mano de obra local y con un saber técnico que combinaba experiencia, tradición y observación para superar los errores y mejorar los proyectos sucesivos. Es un legado de ingeniería popular que todavía hoy nos sorprende por su eficacia, sin desmerecer la aportación de los grandes ingenieros que participaron en los proyectos y que fueron unos precursores de nuestra potente ingeniería hidráulica.
— La gestión del agua siempre ha generado conflictos. ¿Existen registros o ejemplos de disputas por el agua relacionadas con estos pantanos históricos, y cómo se resolvían en aquel entonces?
— Sí, hay numerosos casos documentados. El agua generaba tensiones entre municipios, entre comunidades de regantes e incluso entre distintas clases sociales, ejemplo de ello son las rivalidades y los conflictos generados entre los “dueños del agua” y los beneficiarios de las aguas embalsadas en los regadíos de Lorca, o los pleitos mantenidos en el caso de Elda. Para resolver estos conflictos se articularon ordenanzas específicas, tribunales consuetudinarios y mediadores designados por las propias comunidades. La gestión se basaba en el consenso y en una jerarquización de usos que daba prioridad a las necesidades básicas y al regadío. Aquellas estructuras institucionales eran sorprendentemente eficaces y, en muchos casos, más participativas que algunos modelos actuales.
— Su investigación conecta el agua, el patrimonio y el paisaje. En un contexto de degradación ambiental y pérdida de biodiversidad, ¿cómo pueden estas antiguas infraestructuras hídricas contribuir a la conservación del medio ambiente hoy día, más allá de su valor histórico?
— Estas infraestructuras tienen un potencial enorme como espacios de biodiversidad, especialmente en zonas áridas como el sureste. Si se restauran adecuadamente, pueden actuar como humedales artificiales, como sumideros de carbono o como corredores ecológicos. Su valor no es solo histórico o estético: es también funcional y educativo. Recuperarlos implica conservar no solo el pasado, sino también contribuir activamente a la sostenibilidad ecológica del presente.
— Actualmente, la eficiencia en el uso del agua es clave. ¿Podemos aprender algo de la gestión o la concepción del uso del agua en la Época Moderna que sea relevante para la modernización de los regadíos y la sostenibilidad hídrica?
— Por supuesto. En la Época Moderna, la eficiencia era una necesidad, no una opción. El agua se distribuía con criterios de justicia y racionalidad, respetando turnos, horarios y derechos. No había lugar para el despilfarro. Hoy, cuando se habla de modernización, a menudo se piensa solo en tecnología, pero es imprescindible incorporar también principios históricos como el control comunitario, la equidad y la planificación territorial. Modernizar es también aprender del pasado.
— Estos pantanos son parte de nuestro patrimonio histórico y cultural. ¿Cree que se les da suficiente valor y protección en la actualidad, o están en riesgo de olvido o deterioro? ¿Qué medidas se podrían tomar para preservarlos mejor?
— Muchos de estos pantanos están olvidados o incluso en ruinas. A menudo no están ni siquiera inventariados como bienes patrimoniales. Falta una política clara de conservación, pero también falta conocimiento público sobre su valor. Es urgente avanzar en su catalogación, protegerlos legalmente y, sobre todo, integrarlos en proyectos educativos, turísticos y ambientales. No basta con conservar la piedra, hay que recuperar también la historia que encierran.
— El cambio climático nos enfrenta a una escasez hídrica aún mayor. ¿Cree que el estudio de la resiliencia y las soluciones adoptadas en periodos de escasez pasados, como la Época Moderna, puede ofrecer nuevas perspectivas para abordar los retos futuros?
— Sí, absolutamente. Las sociedades preindustriales fueron capaces de desarrollar sistemas complejos de gestión del agua en condiciones extremas, sin tecnología moderna. Esa resiliencia histórica —basada en la planificación, la cooperación y el respeto por el entorno— es una fuente de inspiración. No se trata de replicar aquellas soluciones, sino de entender sus principios y adaptarlos a los desafíos actuales. El pasado puede ofrecernos claves para diseñar un futuro más sostenible.
— Dada la relevancia de estos pantanos en el paisaje del sureste, ¿podrían convertirse en un recurso para el ecoturismo o el turismo cultural, ayudando a concienciar sobre la importancia del agua y su historia en la región?
— Sí, sin duda. Estos pantanos pueden ser nodos fundamentales dentro de rutas de turismo cultural, paisajístico o incluso educativo. Visibilizar su historia permite generar conciencia sobre la importancia del agua, sobre el valor del trabajo colectivo y sobre la necesidad de conservar lo que funciona. Además, su integración en proyectos turísticos sostenibles puede ofrecer oportunidades de desarrollo local y ayudar a fortalecer la identidad territorial en torno al patrimonio hídrico.