«La contaminación por plásticos ya era una de las más grandes amenazas a nuestro planeta antes del coronavirus». Este es uno de los recordatorios con los que Naciones Unidas alerta esta semana de una crisis medioambiental que califica como «marea». El altavoz que ha elegido la organización es la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo. En ella, Pamela Coke-Hamilton, directora de comercio internacional de la Unctad, es contundente sobre esta tendencia. «El rápido aumento en el uso diario de ciertos productos que ayudan a proteger a las personas y a detener la propagación del virus está empeorando las cosas«.
En su comunicado, la Unctad recuerda como los nuevos objetos cotidianos por el estado de alarma comparten un rasgo común, el origen plástico. E insisten en que mascarillas, guantes, botellas de desinfectante para las manos y envases de alimentos se han convertido en una marejada de desechos de covid-19. Un paisaje ante el que no hay una rápida solución a la vista. Por ejemplo, el pronóstico de ventas globales de mascarillas desechables pasaría de 800 millones de dólares en 2019 a 166 mil millones este año, según estima la consultora Grand View Research.
Lo que cuesta seguir tirando plástico
En las cifras está la evidencia de una necesaria revisión de planteamientos. Otro ejemplo que aporta Unctad es que en las ocho semanas de confinamiento de de Singapur, sus 5,7 millones de residentes desecharon 1 470 toneladas adicionales de envases de plástico de comida para llevar, según una encuesta citada por Los Angeles Times. La preocupación por el panorama que se vislumbra es evidente. Y así lo recalca el organismo.
Sus previsiones apuntan a que cerca de 75 % del plástico generado por la pandemia se convertirá en desechos «que llenarán nuestros vertederos y mares. Y los costos son asombrosos». De hecho, lo cifran en 40 mil millones de dólares anuales. Una estimación que solo considera los efectos negativos indirectos de los desechos de plástico para la pesca, el turismo y el transporte marítimo.
El cambio legislativo y la creación de empleo
Frente a estos datos, la Unctad plantea alternativas legislativas que podrían paliar el problema. «La manera en que los países han estado usando las políticas comerciales para combatir la contaminación por plásticos ha sido mayoritariamente descoordinada», señala Coke-Hamilton. En su opinión, esto ha limitado su efectividad. De ahí que subraye que «hay límites a lo que cualquier país puede lograr por sí solo».
La solución que propone la Unctad se centra en la economía. Para Coke-Hamilton, el primer paso sería que los 164 Estados que componen la Organización Mundial del Comercio redactaran normas comerciales multilaterales que abordaran de manera más eficiente esta cuestión.
En busca de soluciones innovadoras al envasado de plástico en el sector agrícola
¿Y qué propone como alternativa? La reconversión de la industria del plástico por materiales no tóxicos, biodegradables o fácilmente reciclables. En esa lista –en la que incluye desde vidrio, cerámica, fibras naturales, papel, cartón, cáscara de arroz, caucho natural hasta proteínas animales–, hay un factor en común, los países en desarrollo.
En estas economías emergentes la producción de estos materiales ya forma parte de sus sistemas productivos. Con eso, el paso a estas alternativas alentado por una mayor demanda mundial podría ofrecerles nuevas oportunidades comerciales y de inversión en sectores más ecológicos.
Como prueba de ello estarían el yute o el caucho natural. Bangladesh e India aportan la práctica totalidad de la producción mundial del primero. Mientras que del segundo, el 94 % de las exportaciones procede naciones en desarrollo como Tailandia (31,5 %), Indonesia (30 %) y Costa de Marfil (8,5 %).
Si ya destacan en materias primas naturales, también lo hacen en la economía mundial del plástico. Una tendencia que va en aumento. Entre 2009 y 2018, su participación en la producción global pasó de 43,5 % a 58 %. La importancia de estas cifras se completa con la perspectiva laboral, estos países albergan dos de cada tres empleos en las industrias de fabricación de plásticos. Por eso, Coke-Hamilton concluye que «dado que muchos materiales que podrían sustituir el plástico requieren una mano de obra importante, los cambios en los patrones de producción y consumo podrían crear nuevos empleos».