El Grupo de Investigación Botánica y Conservación Vegetal de la Universidad de Alicante (UA) ha vuelto a realizar un importante descubrimiento. En el marco de un trabajo que financia la Generalitat Valenciana, ha identificado dos nuevas especies de plantas carnívoras en la península ibérica. Se trata de la Pinguicula tejedensis y la Pinguicula casperiana. Dos nuevas especies descubiertas gracias a un proyecto que trata las relaciones filogenéticas (evolutivas) de este género concreto de plantas, las Pinguiculas, hasta ahora unas auténticas desconocidas.
El equipo de trabajo está dirigido por Manuel Benito Crespo Villalba, catedrático de Botánica. Junto a él, participan los profesores Mario Martínez-Azorín y Mª Ángeles Alonso, de la UA, además de Llorenç Sáez, de la Universitat Autònoma de Barcelona. Este grupo arroja luz, desde hace tres años, sobre un grupo de plantas carnívoras, comúnmente denominadas “grasillas”, a las que no se les había prestado atención. Así, a través de diversos estudios de biología molecular, han podido comprobar que son más de las que parecían. Un género de plantas que en estos tres últimos años ha pasado de tener nueve a trece miembros en el listado oficial de la flora ibérica.
Plantas carnívoras
Lejos de lo que pueda parecer por su nombre, las Pinguiculas se alimenta como cualquier otra planta normal. “Lo que otorga el apelativo ‘carnívoro’ es el hecho de complementar su dieta con insectos, arácnidos y otros animales de muy reducido tamaño”, explica Manuel B. Crespo, director del grupo de investigación. Lo hacen a través de unas pequeñas glándulas pegajosas que los dejan atrapados sobre sus hojas. Y es que estas plantas necesitan un complemento nutricional ya que crecen en lugares insospechados.
Son plantas típicas de abrigos, taludes y paredes rocosas de naturaleza calcárea. Lugares donde hay grietas por las que rezuma agua y en las que se deposita carbonato cálcico, conformando lo que se denomina ‘tobas’. El agua pura que rezuma de estas rocas no sirve para alimentarlas al carecer de nutrientes suficientes. “Un hecho que les obliga a recurrir a los insectos y pequeños animales, a modo de suplemento alimenticio”, confirma.
Especies en peligro
Las excepcionales características de los lugares donde crecen las Pinguiculas las hacen extremadamente sensibles a los posibles cambios ambientales. Así, ya sea por la meteorología o por la acción del hombre, algunas de estas especies podrían estar en peligro de extinción. “Cualquier variación que altere su ecosistema natural tan excepcional, sería muy contraproducente, ya que además sus poblaciones no son abundantes”, afirma Crespo. De esta forma, muchas de las especies de este género, entre las que se encuentran las que ahora se han identificado, están ahora amenazadas.
El descubrimiento
Esa amenaza motivó al equipo para investigar estas plantas carnívoras y posteriormente descubrir e identificar nuevos miembros en la familia. “Hace diez o doce años empezamos a investigarlas como parte de la flora de la Comunitat Valenciana”, recuerda Crespo. Después, pensaron en iniciar un nuevo estudio específico, así que contactaron con la Generalitat, que les concedió la financiación. El objetivo era clarificar la identidad y estado de conservación de las distintas especies de la península ibérica y el norte de África.
Comenzaron por una especie típica de la zona de Tortosa, en la confluencia con Teruel y Castellón. Allí se conocía una especie, Pinguicula dertosensis, que algunos estudios ubicaban también en Andalucía. Eso era llamativo, ya que, al habitar en ambientes tan aislados, se complica que se desarrollen también a tanta distancia. “Esa era nuestra hipótesis”, explica el investigador. Así que, a través de técnicas tradicionales de análisis morfológico, combinadas con estudios de biología molecular, comenzaron a comparar.
Compararon las secuencias de ADN de la planta de Tortosa con otra propia de la zona centro-sur de Valencia, en Xàtiva. “Hicimos algo parecido a una prueba de paternidad, que nos dio el resultado que intuíamos: tenían características genéticas distintas”, recuerda Crespo. Denominaron Pinguicula saetabensis a la de Xàtiva, y confirmaron su separación de otras especies próximas: Pinguicula dertosensis (Puertos de Tortosa) y Pinguicula mundi (Calar del río Mundo, Albacete).
Tras esa prueba de fuego, acudieron a investigar otras plantas de Andalucía identificadas como Pinguicula dertosensis, yendo a lugares rocosos como los que habitan estas plantas. En las sierras de Tejeda y Almijara, en Granada, identificaron una nueva especie, la Pinguicula tejedensis. Después, en la serranía de Cuenca, vieron otra más, la Pinguicula casperiana, a menudo confundida con Pinguicula mundi.
Cada montaña, su especie
Como viven tan aisladas, es muy difícil que interfieran unas con otras. Es por eso que casi cada montaña tiene su propia especie. “Las poblaciones de estas plantas, en ambientes tan raros, funcionan como islas, por lo que se han diferenciado genéticamente”, explica el investigador. Sin embargo, sus diferencias físicas a veces son imperceptibles. “Es como cuando comparas un elefante asiático con uno africano; no dejan de ser elefantes, pero cada uno tiene sus propias características”, comenta. Es por eso que, hasta ahora, todas estas plantas se habían tratado casi siempre como una misma especie.
“No hemos encontrado unas plantas que nunca nadie haya visto, sino que hemos visto en esas plantas algo que nadie había visto”, sentencia. El siguiente paso será tratar de averiguar cuánto tiempo ha tenido que pasar para que se produzcan esas variaciones genéticas. Datar cuándo se han producido esos cambios. “Normalmente, deben haber tenido una divergencia reciente, durante los últimos dos o tres millones de años, cuando se consolidó el clima Mediterráneo”, apunta. Todavía queda mucho por descubrir.