«El almacenamiento energético será claramente la gran disrupción energético del siglo XXI». Así de contundente se muestra Luis Navarro, el responsable de la empresa Cubierta Solar sobre la que ha considera la gran quimera del sector. Y, como remarca, el cambio se acelera. Así lo ve con la Estrategia de Almacenamiento Energético aprobada por el Gobierno de España y los anuncios sobre plantas de baterías para vehículos eléctricos en Valencia y Martorell.
Como miembro de la junta directiva de la asociación Appa Renovables en la sección de autoconsumo, Navarro asegura que «estas baterías de gran capacidad y a muy bajo costo nos van a permitir funcionalidades nunca vistas antes». Si con esas afirmaciones demuestra su convencimiento del impacto que supondrá en la sociedad, el gerente de esta firma alicantina recuerda que para llegar a ello aún hay camino por recorrer: «De momento, las renovables van a convivir con las fósiles y esto va a durar un tiempo importante».
Faltaba el almacenamiento masivo
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¿En qué pueden afectar las baterías? La respuesta es sencilla, la conservación de la energía. Como explica, un hándicap que tienen las renovables, como la eólica y la fotovoltaica, es que dependen de la variabilidad de la meteorología. Es decir, sin viento o sol no puede haber producción eléctrica al momento porque «hasta ahora lo que no tenemos es capacidad de almacenamiento masivo en baterías industriales».
Si la tuviéramos el panorama cambiaría, empezando por los precios. «La energía es cara durante el día, más barata por la mañana y por la tarde a última hora y extremadamente barata durante la madrugada», explica. «Gracias a las baterías podemos linealizar la producción de la fotovoltaica, independientemente de la meteorología o de las horas. Incluso podemos ir más allá». Si se puede guardar la energía conseguida a menor coste para poder usarla en horarios donde se compraría a mayor precio, se conseguiría un ahorro significativo.
Pero para eso aún queda.
«El precio de guardar un kilovatio hora y sacarlo de una batería industrial de calidad está en unos ocho céntimos de euro», indica. «A esos ocho céntimos les tengo que añadir el coste de haberlo producido, me sale todavía más caro que sacarlo de la red. Por lo tanto, a día de hoy, en España todavía solo para uso económico no compensa», concluye. Para que «compense comprar la energía por la noche y usarla por el día, o sacarla del fin de semana, tendría que bajar a cuatro o cinco».
Una opción muy útil para picos altos de consumo
Entonces, ¿quiénes deberían ser los primeros en interesarse por esta nueva solución? La respuesta le lleva a polígonos industriales antiguos y clientes que buscan puntos de recarga de vehículos eléctricos que consumen mucha energía de manera puntual y no tienen término de potencia.
La necesidad más o menos inmediata es la que juega a favor de las baterías en la actualidad, sobre todo por tiempo. «Imagínate que tienes un concesionario de coches y quieres poner tres puntos de carga porque así te lo pide el mercado y tienes una nueva línea de coches eléctricos. Si pides a tu compañía cien kilovatios no te los dan de la noche a la mañana. De hecho, tardan bastante. Y es muy costoso».
Esa alta demanda para momentos puntuales no se limita a ejemplos así. Navarro pone la atención en las fábricas que tienen muchos arranques y paradas debido a los motores. Para poder responder a cada arranque, prosigue, se necesita tener un término fijo con la proveedora eléctrica muy alto. Es decir, tienen picos de consumo muy breves pero muy altos. «Lo que podemos conseguir con estas baterías es un peak saving, un alisamiento de la demanda de la potencia para que, cuando arranca un motor que tiene mucha demanda de energía, la batería haga de buffer«.
El uso de este sistema de almacenamiento como colchón de energía para entregarla instantáneamente es la principal virtud que ve. Porque, insiste, «técnicamente podemos hacer lo que queramos con la batería, podemos mover una fábrica entera si queremos, pero no es rentable económicamente».
De momento.
La bajada de precios
Si, evidentemente a una fábrica vamos a ahorrar en costes, las posibilidades que se ofrecen deben tener el precio adecuado. Y este puede llegar muy pronto. «El precio está descendiendo exponencialmente», apunta. Pero como en casi todos los sectores llegó un freno a ello, el coronavirus. «En los últimos años ha estado bajando el precio entre un 10 y un 20 %, hasta el 2020. Con el parón industrial en China y medio mundo no bajó el precio. Nos falta otro 20 % más de bajada de precio para que lleguemos al equilibrio y que almacenar energía en una batería compense más que comprarla de la red».
A eso habrá que sumar otro factor, que ya ha ido destacando, el cambio de la industria automovilística. «Hay más demanda mundial de baterías que oferta, sobre todo en el sector de automoción ya que ha crecido exponencialmente la demanda para vehículos eléctricos y se está priorizando la producción de baterías para ellos», razona.
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¿Dónde poner las fábricas?
A pesar de ello se muestra seguro de que «los dos próximos años vamos a tener una implantación masiva de baterías en el segmento industrial, terciario y doméstico». Pero para ello alguien las tiene que fabricar. Y aquí plantea una cuestión que se hizo evidentes durante la pandemia del coronavirus, ¿de dónde vienen los suministros esenciales? «Se ha visto que la dependencia, sobre todo de China, tiene muchos riesgos. Geopolíticamente es un riesgo muy grande, igual que cuando dependíamos del petróleo de ciertos países. Ya no es que lo pagues. Es que cuando vienen problemas, como se ha visto con la pandemia, no es que pagues los respiradores, es que no te los vendo».
Por eso alerta de que «aquí en Europa vamos muy retrasados respecto a Asia y Estados Unidos». El ejemplo lo sigue llevando al transporte. «Mientras seguíamos pensando en fabricar motores diésel, en otros sitios estaban pensando en fabricar coches eléctricos muy solventes y potentes por solo 20 000 euros». Ese planteamiento cree que ya ha cambiado. «La Unión Europea se ha dado cuenta de que esto es una disrupción tecnológica brutal que va a cambiar la energía como la usamos y almacenamos. Aunque vayamos con retraso, la Unión a través de los fondos Next Generation está propiciando que se desarrollen iniciativas para el lanzamiento de baterías y no solo depender de China u otros países sino para cubrir nuestra propia demanda».
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