La investigación médica sigue teniendo poco en cuenta a las mujeres.

La investigación médica sigue teniendo poco en cuenta a las mujeres

La diferencia entre cuáles son los síntomas o indicios considerados típicos de un problema médico y los que se pueden llegar a encontrar los profesionales en la vida real puede tener consecuencias muy graves. Esto, además, pasa mucho más a menudo si eres una mujer. Así retratan la investigación médica en un artículo en la revista Scientific American la doctora Rebecca Shansky, profesora asociada del Departamento de Psicología de la Universidad Northeastern; y la doctora Anne Murphy, profesora en el Instituto de Neurociencia de la Universidad Estatal de Georgia, ambas en Estados Unidos.

La mayoría de veces, afirman, los «casos de manual» en medicina corresponden al perfil de un hombre. Cuando una mujer tiene el mismo problema, puede recibir un diagnóstico equivocado o que se produzca un retraso que puede llegar a costarle la vida.

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Las dos expertas ponen el ejemplo de un ataque al corazón. La imagen suele ser la de un hombre sudando, con falta de aire, agarrándose el pecho o bien el brazo izquierdo que le duele. Resulta, sin embargo, que los síntomas en las mujeres pueden ser cansancio, náuseas y vómitos y un malestar corporal más generalizado, en vez de dolor local. A ello se suma el hecho de que, según afirman, las mujeres esperan más que los hombres antes de ir al hospital -que, en parte, podría deberse a la confusión de los síntomas-, formando una combinación muy peligrosa.

El origen en el laboratorio

Este sesgo, sin embargo, no se produce solo en los centros médicos, explican Shansky y Murphy. En los laboratorios también sucede. Tradicionalmente se experimenta en ratas y ratones machos considerando que las hembras, con su ciclo hormonal, podían dar resultados menos fiables. Ignoran así que los machos también tienen fluctuaciones hormonales que pueden tener efectos similares o, incluso, mayores.

[easy-tweet tweet=»Olvidar las hembras en los estudios nos ha hecho perder mucho conocimiento, afirman Shansky y Murphy» user=»iambiente» usehashtags=»no»] Olvidar las hembras en los estudios nos ha hecho perder mucho conocimiento, afirman Shansky y Murphy. En neurociencia, por ejemplo, hay diferencias sexuales en un montón de procesos como la navegación espacial, el aprendizaje o la transmisión del dolor. Pero la mayoría de investigación médica sobre estos mecanismos, como en la memoria y los sentidos, se ha hecho en machos.

Incluso cuando se estudian enfermedades con más incidencia en hembras, como el Alzheimer, se trabaja más –o solo– con machos, deploran. Este problema que, dicen, hace pocos años que se está empezando a reconocer ampliamente, no solo lleva a problemas de diagnóstico. Otra consecuencia es que también es más probable por parte de las hembras de sufrir efectos secundarios de medicamentos. Los que, una vez más, habían sido probados preclínicamente en ratones macho.

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Las propuestas para arreglarlo

Intentar poner remedio, sin embargo, ha causado tensiones en parte de la comunidad científica. Según Shansky y Murphy, ha protestado ante la posibilidad de tener que utilizar el doble, el triple o el cuádruple de animales para hacer las mismas investigaciones teniendo en cuenta el sexo y, también, el ciclo reproductivo de las hembras. Esto, afirman las firmantes del artículo, está «arraigado en los estereotipos sexistas tradicionales que contradicen la evidencia científica».

Obligar a usar animales machos y hembras en investigación médica es clave para eliminar «la idea de que los machos son un estándar de que las hembras pueden desviarse». Un error que, como hemos visto, puede tener consecuencias fatales. Además, afirman, el mundo de las publicaciones académicas y las carreras profesionales en las universidades tampoco juega a favor de tomarse el tiempo de hacer las pruebas necesarias en machos y hembras. Y eso aunque haga años que hay guías y recomendaciones para hacerlo.

«El mundo de la ciencia biomédica», concluyen, «hace tiempo que debe un realineamiento de su sistema de recompensas con objetivos de salud pública». El trabajo de los investigadores, afirman, es «poner el conocimiento básico que acabará formando la medicina personalizada». Y esto debería significar tener en cuenta la variabilidad en los resultados de los experimentos como «una oportunidad de entender la amplitud de lo que es posible», en vez de seguir buscando siempre una sola respuesta válida. «Es hora de dar un paso adelante y cambiar la cultura científica para que valore la investigación rigurosa que incluya ambos sexos«, remachan. Món Planeta

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