Resiliencia urbana frente a olas de calor

Espacios con resiliencia urbana frente a olas de calor en ciudades que sufren temperaturas cada vez más extremas. Y es que cada vez más vecindarios no tienen acceso al confort climático en sus casas o barrios. Y los aires acondicionados no son la alternativa perfecta. En el 2021, España sufrió la ola de calor más intensa en 80 años; estos fenómenos se han triplicado en solo tres décadas. Y las proyecciones climáticas indican que van camino de duplicarse de aquí a 2050.

Sumado a esto, los días con mayor demanda eléctrica en España -que generalmente ocurren en invierno- se trasladarán al verano antes de 2050. En los barrios periféricos de las ciudades, es habitual encontrar refugiados climáticos en centros comerciales o bibliotecas. En estos casos, el vecindario huye del calor acatando políticas espaciales determinadas: el consumo en el caso del centro comercial o el silencio en el de la biblioteca. ¿Cuál es la alternativa perfecta?

 

Resiliencia urbana frente a las olas de calor
Resiliencia urbana frente a las olas de calor

1. Refugiarse en espacios abiertos

Ante esta situación, ciudades como Barcelona han tomado la iniciativa de habilitar «refugios climáticos» para que especialmente las personas más vulnerables, pasen las horas más calurosas del día a resguardo.

Las bibliotecas, los museos o las piscinas públicas deben ser alternativas al calor frente a los bares o los centros comerciales con aire acondicionado. Ampliar sus horarios o aplicar descuentos son cruciales para combatir el calor en todas las franjas de población.

2. Fuentes para beber y refrescarse

Tan típicas de los pueblos, las fuentes de agua potable son cruciales para refrescarse en la calle. Aunque hayan desaparecido de la mayoría de ciudades, su recuperación es sencilla y se pueden visibilizar a través de aplicaciones móviles.

Los parques con chorros en el suelo o las fuentes y láminas de agua accesible son una idea crucial para facilitar el refresco, especialmente para niños. Si bien su mantenimiento es más delicado, en las zonas con calor más seco también se puede apostar por las nubes de agua pulverizada para mitigar el calor. No así en las que predomina la humedad, como en la costa, donde es  mejor remojarse que rociarse.

3. En la búsqueda de la sombra

Con el aumento de las temperaturas, muchos ciudadanos cambian sus recorridos habituales para apostar por calles más estrechas o con arbolado. El urbanismo de los barrios más históricos, preparados para temperaturas altas, facilita el tráfico peatonal. Mientras que en las actuales calles más anchas, el arbolado es clave.

La instalación de pérgolas o toldos allá donde no sea posible plantar árboles es otra gran medida recomendable. Mejor si se pueden retraer por la noche, cuando expandirían el calor acumulado durante el día. Todo un ejercicio de resiliencia para combatir los efectos del calor.

Resiliencia urbana frente a las olas de calor
Resiliencia urbana frente a las olas de calor

4. Reverdecer para mitigar las islas de calor

La evotranspiración es un curioso fenómeno en el que se combina la pérdida de humedad de una superficie por evaporación con la pérdida de agua de las plantas por transpiración. Dos mecanismos diferenciados que, sin embargo, se necesitan. Por eso, árboles verdes y suelos de tierra permiten ambientes más frescos, como en cualquier parque urbano.

El hormigón, las losetas o el asfalto acumulan y desprenden mucho calor, a diferencia de los suelos verdes, capaces de absorberlo por completo. Por eso, medidas como las superislas o las cubiertas verdes favorece el confort en las ciudades.

5. Poner nombre a las olas de calor

Desde 2022, un consorcio liderado por la Universidad de Sevilla bautiza los episodios de calor que suponen un riesgo elevado para la salud de los humanos. Igual que sucede con huracanes y borrascas, el científico José María Martín Olalla asegura que «ayuda a visibilizar su importancia entre los ciudadanos».

Los datos de las últimas tres décadas muestran una relación clara entre temperatura extrema y mortalidad. Un análisis especialmente severo en la cuenca del Guadalquivir, donde el proyecto proMeteo aborda de forma innovadora la adaptación al cambio climático de las ciudades más vulnerables.

 

 

 

 

 

 

 

 

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