Un paseo por el gran laboratorio mediterráneo de la sal

Un paseo por el gran laboratorio del oro blanco

Herencia de una albufera prehistórica y hábitat de bacterias, aves, mamíferos y reptiles, la actividad económica es el principal motor de conservación de las Salinas de Santa Pola.

¿Una albufera en el Baix Vinalopó?

«Tramontana a la Albufera, ni pesquera ni cacera» dice una frase hecha localizada en Elche por Manuel Sanchis Guarner. Si viajáramos en el tiempo, el entorno entre Santa Pola y la ciudad de las palmeras sería muy distinto. “Los ríos Segura y Vinalopó desembocaban en un gran estuario -el Sinus ilicitano- en cuyo centro había una isla, la actual sierra del Molar”, cuentan José Damián Navarro Medina y Carmen González. “Con el paso de los siglos, dos fenómenos naturales fueron cambiando poco a poco la faz del estuario. Por un lado, los aluviones fluviales redujeron su extensión, a la vez que llenaban el fondo. Por otro, el fuerte viento de Levante fue construyendo un cordón dunar en la orilla, cerrándolo por el este. El Sinus Ilicità se transformó en la Albufera de Elche”.

Ambos ríos sufrían fuertes crecidas todos los años en primavera y bajaban el curso en verano. “Esto propició grandes sedimentaciones de limos en una extensa zona de su desembocadura, que fueron poco a poco conformando una zona marinera de gran extensión, consolidada en el Cuaternario, que llegaba por el Oeste hasta Albatera y por el sur hasta Orihuela”. Hace casi dos millones de años.

Un paseo por el gran laboratorio del oro blanco
Un paseo por el gran laboratorio del oro blanco

La albufera se convirtió en un vergel para los agricultores e impulsó la industria del jabón en Elche con la quema de la barrella, uno de los arbustos más abundantes. «El junco lo utilizaban en Crevillent para la fabricación de las primeras esteras, mientras la pesca y la caza eran otras actividades de importancia y objeto de disputas frecuentes», escriben Navarro y González. Las lluvias torrenciales y el aprovechamiento de tierras para hacer bancales fueron menguando el lago de la Albufera de Elche. Nido de infecciones y epidemias, el cardenal Belluga realizó en el siglo XVIII la primera gran operación urbanística valenciana. Con un gran impacto especialmente en la Vega Baja y con alianzas entre la nobleza, gran parte de las zonas húmedas del Segura y el Vinalopó desaparecieron en cuatro décadas.

Acudir a las Salinas para ver la cosecha del ‘oro blanco’

A finales del siglo XIX, dos empresas obtienen permisos para explotar el paraje. Brazo del Port y Polasal todavía este año producen casi 200.000 toneladas de sal en 900 hectáreas en una infraestructura capaz de bombear 800 litros de agua por segundo, desde el Mediterráneo a las balsas de las Salinas. Después de decantar el cloruro de sodio en el fondo de las balsas, el sol de verano hace el resto del trabajo, evaporando el agua y dejando aflorar el cristal de la sal. Por eso, la principal época de “cosecha” es entre julio y octubre, aunque la actividad queda especialmente reflejada en el Centro de Interpretación de Parcs Naturals de la Generalitat Valenciana.

Un paseo por el gran laboratorio del oro blanco
Un paseo por el gran laboratorio del oro blanco

Un paraje industrial en el que se da una combinación virtuosa. Sin las salinas, no vivirían decenas de bacterias que alimentan a los flamencos y al resto de aves que habitan el ecosistema todo el año, además de las que paran mientras hacen su ruta migratoria entre África y Europa. Si sólo se conocen un 1% de las bacterias que habitan el planeta, Santa Pola es uno de sus grandes laboratorios. Así lo entendió el prestigioso científico Francis Mojica, que descubrió una variación genética en uno de los seres microscópicos que habitan las salinas. Corría el verano del 2003 y sentó un precedente que ahora puede mejorar el sistema inmunológico para prevenir enfermedades hereditarias, además de otras investigaciones oncológicas ahora en curso, como adelantaba iAmbiente esta primavera.

Pero lejos del frágil equilibrio entre aves, industria salinera y bacterias, la columna vertebral del parque natural es otra. La carretera nacional 332 conecta Santa Pola con el estanque del Segura hasta Cartagena, atravesando todo el paraje. Y la Asociación de Amigos de los Humedales de Alicante calcula que mata a mil animales al año. Con una gran carga de tráfico, especialmente en verano y con informes desde 2008, aún queda pendiente transformar la carretera para proteger el hábitat de centenares de especies.

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