El estudio se centra en los edificios de la costa.

¿Cómo crear ciudades resilientes frente a los terremotos?

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que el 80% de las ciudades más grandes del mundo son vulnerables a los fuertes efectos de los terremotos, el 60% presentan riesgo de marejadas o tsunamis, y todas se enfrentan a los nuevos impactos causados por el cambio climático. ¿Cómo transformar las ciudades en urbes resilientes para prepararse, afrontarlos y recuperarse?

La vulnerabilidad social es el nuevo paradigma que está implantándose en los estudios sobre desastres naturales para entender las causas desde un punto de vista multidisciplinar, y diseñar medidas de gestión más efectivas teniendo en cuenta las consecuencias a largo plazo de toda su estructura social, económica y medioambiental. Un enfoque que está más olvidado en el análisis y la gestión del riesgo sísmico, donde priman las medidas de sismorresistencia de las construcciones.

Una propuesta metodológica intenta paliar esta carencia. Detectar las fragilidades y no olvidarse de lo que ocurre al día siguiente del terremoto. “Las variables sociales, ambientales y económicas tienen un poder muchísimo más notable que las tecnológicas para mediar en la configuración de los impactos y hacer un balance. El escenario del cambio climático es un fenómeno global y multi-casuístico o incluyes una perspectiva multidisciplinar o gran parte de la historia nos la perdemos”, afirma Pablo Aznar Crespo, sociólogo por la Universidad de Alicante (UA),  que se incorporó en octubre al Instituto Universitario del Agua y Ciencias Ambientales de la UA como personal docente investigador para desarrollar su tesis doctoral.

El resultado de su trabajo de final de máster en Planificación y Gestión de Riesgos Naturales – tutelado por el profesor Antonio Aledo, autor de un estudio anterior sobre el modelo turístico residencial en Torrevieja y el aumento de la vulnerabilidad sísmica- ha sido presentado recientemente a expertos de todo el mundo en el I Congreso Internacional sobre economía circular celebrado en Alicante.

Según Aznar, la variable que se tiene en cuenta en el riesgo sísmico es la resistencia arquitectónica para disminuir el número de víctimas mortales. Y ésta es fundamental. Sin embargo, añade, “ las consecuencias del desastre se amplifican a largo plazo y no están previstas. El enfoque de la vulnerabilidad social trata de detectar puntos calientes para enfrentar el peligro no solo durante el momento en el que tiembla el suelo también después”.

El estudio se ha centrado en la costa de la provincia de Alicante, una de las zonas que registra mayor peligrosidad sísmica en España, junto a la comunidad autónoma de Murcia y las provincias de Granada y Almería. Pese a que el perfil de actividad es moderado -hay terremotos prácticamente a diario pero con unas magnitudes bajas- en ocasiones excepcionales se producen sacudidas sísmicas considerables. El más reciente fue en Lorca (en la región de Murcia). Un terremoto de magnitud 5,1 en mayo de 2011 con nueve víctimas mortales.

Territorios de riesgo

El litoral de la provincia es un territorio de riesgo porque habitamos “con mucha población una zona donde hay una gran convergencia de peligros naturales”, explica el sociólogo. Sequías, terremotos, inundaciones, olas de calor… Y las ciudades turísticas presentan una vulnerabilidad social adicional. Un terremoto de magnitud 6 en el mes de verano siempre tendrá consecuencias más graves en Benidorm que en una urbe del interior. Primero por la densidad de la población y segundo por sus efectos en cadena a largo plazo ya que pueden llevar al turista a cambiar su interés hacia otros puntos turísticos similares.

El modelo residencial comporta, además, un serie de riesgos. Según Aznar, “se están habitando zonas aisladas con pendientes intrincadas en urbanizaciones que no tienen una vinculación con el núcleo urbano. Altea Hills, por ejemplo, son pendientes intrincadas, viviendas de alto valor económico y paisajístico, y tienen un riesgo adicional porque a la hora de establecer protocolos de actuación en caso de emergencias, esas poblaciones quedan más aisladas”. Sin olvidar que se pueden desencadenar otros peligros naturales como desprendimientos en laderas. “Es una población de edad avanzada, turistas que vienen de Alemania y Reino Unido a pasar aquí sus últimos años de vida y además viven en colonias, no controlan el entorno local, tampoco el idioma y si no perciben el riesgo del territorio tienen una vulnerabilidad diferencial”, apunta.

La propuesta metodológica -adaptable y aplicable a cualquier municipio- recoge una batería de 15 variables asociadas a la dimensión material, organizacional, individual y estructural para evaluar la vulnerabilidad sísmica y mitigar los costes a largo plazo. Densidad demográfica, percepción del riesgo, conocimiento sobre los protocolos de actuación, porcentaje de población asegurada, personas por debajo del umbral de la pobreza, renta media familiar, infraestructuras críticas (hospitales y colegios y plantas químicas y centrales nucleares que pueden provocar otros desastres) y modelo económico de la ciudad son algunas de las variables a tener en cuenta y que aumentarían la resiliencia. Se trata, según insiste el autor, de “entender las causas de los desastres naturales desde un punto de vista más abierto, el desastre como un proceso socialmente construido, lo que nos ayudaría a hacer medidas de gestión más efectivas”.

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