En la lucha contra el cambio climático, cada jugada cuenta. La dieta podría ser un peón clave.

¿Cambiar de dieta para evitar el cambio climático?

Los cambios en nuestra dieta son una manera de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que son consecuencia directa de la producción de comida. Lo que se ha estudiado menos, en cambio, es si las alternativas más bajas en emisiones son una realidad en cuanto a capacidad de producción y asequibilidad y cómo podrían afectar tanto a la dieta de los ciudadanos de todo el mundo como, también, al cambio climático en sí mismo.

Ahora, un estudio ha analizado detenidamente las emisiones de gases de efecto invernadero directamente relacionadas con la elección de los consumidores de Estados Unidos. Este ha llegado a la conclusión de que, si los estadounidenses dejaran de lado las proteínas animales, podrían influir de manera bastante importante en la reducción de emisiones. Y, por tanto, en el cambio climático según la investigación publicada en la revista Food Policy. Este trabajo ha sido realizado por investigadores de las universidades de Missouri, Tufts y Connecticut con la colaboración del Servicio de Investigación Económica del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

En ese país, la compra de ternera, pollo, cerdo y otras carnes es la que ocupa una parte más importante del dinero que se gastan en comida en cada casa. Por lo tanto, parece sencillo llegar a la conclusión de que si se consigue animar a los consumidores para que elijan alimentos que tengan un coste más bajo en emisiones podría influir de manera palpable en el cambio climático. La industria alimentaria estadounidense es responsable aproximadamente del 16% de las emisiones de gases de efecto invernadero del país. Los investigadores calcularon en base a datos representativos de las compras y a una herramienta de la Agencia de Protección Ambiental estadounidense que calcula las emisiones de gases de efecto invernadero en cada paso de la cadena de suministros, del cultivo/engorde hasta la cocina.

Las industrias cárnicas, especialmente las de carne roja, son las responsables de la mayoría de emisiones. De entre la compra habitual de los ciudadanos norteamericanos, estas llegan hasta un 21%. Los vegetales suponen un 11% de las emisiones, el queso un 10% y el resto de lácteos, un 17%. El estudio, sin embargo, también mostró que el consumo en comida variaba tanto según el origen de los habitantes de cada hogar como según su nivel de educación.

El 80% de las casas que consumían productos que generaban más emisiones de efecto invernadero, por ejemplo, son de blancos, y el 26% tienen un título universitario, porcentaje que baja al 12% con respecto a los ciudadanos que consumen productos más respetuosos con el en cuanto a sus emisiones. Por el contrario, la participación en el programa de Asistencia Suplementaria a la Nutrición del gobierno estadounidense está mucho más relacionado al consumo de productos bajos en emisiones.

Los responsables del estudio se mostraron sorprendidos porque los que tienen más oportunidades de variar su dieta y reducir su coste en emisiones sean, precisamente, los que tienen más recursos. Esto, por supuesto, también significa que un cambio podría tener unos efectos mucho más grandes que no se pensaban.

Este informe señala, por primera vez, la relación directa entre las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria de la alimentación, los patrones de consumo de las largas y sus características sociodemográficas. Estos descubrimientos, según sus autores, deberían ser incorporados al debate sobre qué dietas y qué tipos de alimentos son más sostenibles en cuanto a las emisiones de efecto invernadero y, al mismo tiempo, ser empleados en los esfuerzos para informar a la población y estimular las dietas bajas en emisiones en todo el país.

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