Desde que se impuso aquello de que “una imagen vale más que mil palabras” una buena foto es un objetivo de valor para las empresas al que suelen perseguir con energías hasta alcanzarlo.
Desde las fotos que testimonian inauguraciones y festejos de todo tipo —donde cotizan las personalidades / autoridades que formen parte de la imagen inmortalizada— hasta los premios obtenidos —con las estatuillas en manos del máximo responsable—, pasando por todo episodio que ponga en evidencia el orgullo de la empresa y el reconocimiento de los demás.
Cuando se trata de temas relacionados con la RSC el objetivo fotográfico no pierde valor; la típica imagen del máximo directivo de la empresa entregando un generoso cheque —sostenido también con firmeza por la mano del representante de los beneficiados— lleva un largo tiempo de éxito sostenido donde la evolución mayor se ha puesto en evidencia en el crecimiento del cheque [especialmente en tamaño ya que suele transformarse en una fotogénica gigantografía].
Si bien nadie puede quejarse desde el lado de los beneficiarios de este tipo de acciones los que comienzan a plantear reparos son los que las llevan a cabo; y no por razones de mezquindad.
El problema de la filantropía, y de eso se trata el ejemplo, es doble. Por un lado no se capitaliza la acción. Si bien suele argumentarse que no se hace por interés no conviene dejar de lado el hecho de que —lo mínimamente razonable— es que la empresa que invierte parte de sus beneficios en ayudar al otro reciba una ayuda para sí misma. Que le permita seguir teniendo beneficios con margen para la generosidad.
La otra cara del problema es que esta clase de generosidad, que luce tan bien en las fotos, no se sostiene más allá del momento intenso que genera.
Un regalo no es ayuda
Regalar algo no es una ayuda; es un regalo. Ayudar es darle la posibilidad al otro de que pueda modificar su realidad. Si los recursos con los que lo hace —temporalmente— surgieron como efecto de una “magia” cuyo origen desconoce, cuando esos recursos se agoten deberá volver a encontrar ayuda; o quedará peor que al principio.
Si pongo una curita —limpia y prolija— sobre un cuerpo enfermo quedará muy bien para la foto, generará una sensación de alivio que —cuando se diluya— solo encontrará frustración.
Si pinto una escuela dejaré un ambiente mejor para que los alumnos absorban conocimientos, pero cuando sea necesario repintarla tendrán que volver a buscarme. Porque al haber hecho el trabajo les quité la oportunidad de capacitarse para poder enriquecerlos —con ese conocimiento— al tiempo de brindarles un valor extra.
La foto es filantropía; y la RSC es película, que tiene un principio, un desarrollo y un fin que debe ser mejor que el principio. Nadie puede asegurar que su intervención genere un final feliz, pero sí que haya un aprendizaje, que quede un entrenamiento que deje el final en manos del necesitado temporal, el que luego de nuestra intervención tendrá una mayor capacidad para resolver sus problemas.
Sin dependencia. Simplemente con el deseo de devolvernos el equivalente del valor recibido. Cuando eso ocurre cada una de las partes termina un escalón más arriba, se enriquece y el vínculo de unión queda fortalecido. Así es como la comunidad mejora a través de la mejora de cada uno de sus integrantes. Empresas incluidas, ¿por qué no?