Los grandes cambios se consiguen con pequeñas acciones diarias. Esta la premisa de un colegio público de Hurchillo, -una pedanía del municipio de Orihuela- que ha conseguido adherir a millones de personas a un ‘Contrato educativo de la tierra’ por el que se comprometen a cuidar el planeta. Esta comunidad educativa, ejemplo de compromiso en la protección del medio ambiente, actualmente está intentando que todos los alcaldes de capitales de provincia de España se adhieran al documento.
“Desde una pequeño colegio, una simple carta ha conseguido concienciar a miles y miles de personas sobre nuestro planeta. La mitad de alcaldes ya han firmado el contrato, pero seguimos luchando; el año que viene podremos decir que todos se han adherido”, afirma el director del centro educativo Manuel Riquelme, Joaquín Marzá.
En el año 2002, el colegio –reconocido como Proyecto de Calidad Mundial por la UNESCO e integrado en su red desde 1992- promovió un contrato en el que cada firmante se compromete “a que nuestro planeta sea un poco más habitable cada día”. Se trata de un decálogo de buenas intenciones, con acciones sencillas y realistas. Por ejemplo, trabajar el reciclaje y la separación de residuos, mantener limpia la ciudad y no tirar al suelo “chicles, bolsas, papeles”, no derrochar agua y ahorrar energía cuando se está en casa, respetar las zonas verdes, y no hacer fuego ni dejar que nadie lo haga fuera de los espacios reservados cuando se está de acampada.
El respaldo, a lo grande
En un primera fase fue firmado por un millón de niños. Después se sumaron cinco millones de adultos, en una tercera la mayoría de instituciones públicas del país y ahora están en la cuarta fase. La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, también se ha adherido, ha recibido el respaldo de la Federación de Municipios y Provincias y felicitaciones del conseller de Educación y del presidente de la ONCE.
“La educación ambiental es como un caracol, limpio pero va dejando rastro. Como dice la UNESCO, piensa globalmente pero actúa localmente. Para qué hablamos de la capa de ozono si no somos capaces de arreglar el jardín de nuestra casa. Hay que ir poco a poco para conseguirlo”, insiste Marzá.
Recientemente, el colegio de Hurchillo ha sido distinguido con la bandera verde que otorga la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (ADEAC), cofundadora de la Fundación Europea para la Educación Ambiental (FEEC) y que concede, además, las banderas azules para las playas. Se trata de la mayor distinción en educación ambiental y es el primer centro público de la Comunidad Valenciana que lo ha logrado.
La red de Ecoescuelas
Conseguirlo no ha sido sencillo. La historia comenzó en 2005 cuando el colegio entró a formar parte de la red de Ecoescuelas, uno de los programas que promueve la fundación. Crearon un comité ambiental formado por profesores, alumnos, padres y personal externo trabajando en tres grandes ejes: ahorro de luz, ahorro del agua y gestión de residuos. Con un huerto escolar desde hace 25 años, cinco puntos limpios, iluminación LED y un aparcamiento de bicicletas han tenido que superar auditorías internas y externas.
El director deja claro que se trabaja en un concepto del medio ambiente que no es el de hace años. “Nosotros no somos ecologistas; el concepto medioambiental es un sentido y estilo de vida”. Como ejemplo está el huerto del colegio con el que han formado una cooperativa. Todos los niños son socios cooperativistas y los productos se venden al comedor escolar. Cada tres años reparten los beneficios: un 50% para cada socio y el otro 50% para Unicef. De esta manera, están fomentando la solidaridad y a ser emprendedores, además de la innovación. Y es que ahora están trabajando en un perfume que contenga las esencias del monte Cabeza de Hurchillo.
“Debemos enseñar a nuestros hijos a respetar la tierra madre y con pequeñas acciones que sean realistas podemos hacer cosas grandes, pero es un trabajo y un proceso de tiempo por mucho que los políticos quieran resolver los temas en cuatro años”, afirma Marzá.