Una campaña de crowdfunding ha permitido crear una cooperativa para recuperar la lana de la guirra, la oveja autóctona valenciana, y ayudar a los pocos pastores que quedan y que trabajan para su conservación. En peligro de extinción, Esquellana se ha convertido en un ejemplo de la fuerza que tiene el movimiento cívico para cambiar las cosas. A través de las donaciones se lograron 12.600 euros con el que pusieron en marcha el proyecto. Procesaron 1.600 kilos de lana que compraron a ganaderos y han abierto una tienda online y la cooperativa, que tiene como objetivo proteger esta raza de oveja, el entorno y un oficio imprescindible para el medio ambiente, y reactivar el tejido industrial valenciano.
Los últimos datos oficiales alertan de que solo quedan cinco mil ejemplares de ovejas guirras en toda la Comunidad Valenciana, la mitad que hace treinta años, y poco más de una veintena de pastores. “Debemos ayudar a los ganaderos que están haciendo una labor medioambiental súper necesaria para preservar nuestro ecosistema y prevenir incendios; actualmente casi nadie percibe dinero por esta lana a pesar de su calidad y se trata de comprarla y remunerarles de forma justa por un gasto obligatorio como es el esquilado y que antiguamente suponía un ingreso”, explica Anna Gomar, veterinaria y una de las promotoras del proyecto.
El futuro, en cooperativa
De los 1.600 kilos de lana procesados se hicieron ovillos, que parte se destinó como recompensa para los mecenas. El resto se está vendiendo en línea para seguir autofinanciándose. Esto les ha llevado a formar una cooperativa de trabajo asociado que quieren que en un futuro sea de los ganaderos. Este será el siguiente paso: “Que los ganaderos sean los dueños de la cooperativa, que sea de ellos y para ellos y no solo para la lana, es necesario para la supervivencia del sector ganadero de ovino y caprino, pero deberán unirse porque si no tienen los días contados”.
Siendo uno de los pilares de Esquellana la economía de proximidad, buscaron municipios cercanos para realizar todos los procesamientos de la lana, pero se encontraron con más de una dificultad. Y es que “están desapareciendo todos los lavaderos” y tampoco “hay industrias que absorban poca cantidad de lana. En otros países de Europa están naciendo pequeñas industrias textiles y son viables”. De ahí que se muestren convencidos de que el proyecto puede generar puestos de trabajo reactivando este sector a pequeña escala.
Dejar un mundo mejor
Detrás de Esquellana está un grupo de diez personas, de diferentes ámbitos laborales, que se convirtieron en los primeros mecenas. Pusieron cada uno ciento cincuenta euros para comprar lana. “La primera idea no era hacer un micromecenazgo, pero se alinearon un poco los astros y surgió. Si no, hubiéramos llamado a muchas puertas para conseguir la financiación porque estamos muy ilusionados y es necesario para dejar un mundo mejor a los que vengan detrás”, asegura Gomar. Este destaca que la campaña también sirvió de concienciación para “descubrir esta problemática, pero aún falta muchísima concienciación”.
Además de la tienda en línea (han comprado una segunda tanda de lana a los ganaderos), Esquellana participa en actos solidarios. También organiza talleres y quiere impulsar de forma organizada la parte educativa. Así, quieren que los niños conozcan el mundo de la ganadería e inculcarles valores de compromiso con el medioambiente.