Desde la segunda mitad del siglo XX se observa una marcada y acelerada tendencia a la aglomeración urbana. Según datos de la ONU, hoy en día el 55% de las personas vivimos en áreas urbanas y se espera que para el 2050 lo haga el 68%. Teniendo en cuenta que para ese año se espera que seamos casi 10.000 millones en el planeta, la tendencia que se advierte es crecientemente significativa.
En este contexto de creciente urbanización, para que las ciudades puedan mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y evitar que se conviertan en campos de batalla, surgieron las smart cities de la mano de la tecnología y la innovación en sus distintas formas. Hoy en día vivimos en un mundo “smart” donde, teléfono inteligente mediante, esperamos poder resolver nuestros problemas y necesidades de información, comunicación y transacción de la forma más simple e inmediata posible.
Estas tendencias de urbanización plantean retos a las ciudades desde su planificación urbana, que deberá ser lo suficientemente dinámica y orgánica para adaptarse a los cambios permanentes, cuestiones referidas a la gestión de servicios públicos a fin de generar una mayor eficiencia, asuntos vinculados con nuevos modos de transporte y seguridad, y brindar un manejo más eficiente de recursos naturales bajo cánones de sustentabilidad. En suma, aparecen retos de gobernanza urbana donde las ciudades necesitan ser innovadoras.
Ciudades y Destinos Inteligentes
Cuando una persona se va de viaje, ya sea por placer o negocios, trae consigo sus hábitos y costumbres de su lugar de origen. Y su smartphone, claro. Es lógico que luego de la llegada de las Ciudades Inteligentes, surjan los Destinos Turísticos Inteligentes (y todas sus variantes, como Playas Inteligentes, Campings Inteligentes, etc).
¿Qué son los Destinos Inteligentes? Según la SEGITTUR, es “un destino turístico innovador, consolidado sobre una infraestructura tecnológica de vanguardia, que garantiza el desarrollo sostenible del territorio turístico, accesible para todos, que facilita la interacción e integración del visitante con el entorno e incrementa la calidad de su experiencia en destino, a la vez que mejora la calidad de vida del residente”.
Estos primos/hermanos se parecen bastante, con diferencias principalmente en su objetivo: además de mejorar la calidad de vida de los residentes, busca mejorar las experiencias de los visitantes. Si tenemos en cuenta que hoy en día existe la tendencia de pensar en los turistas como “residentes temporales”, integrados a la sociedad y no como un grupo de extraños, la diferencia es aún más estrecha. De este modo, en una ciudad y destino inteligente desarrollados, el gobierno de uno y otro generarán una relación sinérgica, de iniciativas compartidas y de fronteras muy difusas.
Ahora bien, ¿cuál es el aporte de las Ciudades Inteligentes para el desarrollo de Destinos Inteligentes? La tendencia que se observa en la mayor parte de los casos urbanos es que los Destinos Inteligentes devienen de las Ciudades Inteligentes. El nuevo paradigma de Smart City exige un nuevo enfoque de gestión turística en su territorio y, por ende, una nueva concepción de destino turístico.
Sin dudas, la preexistencia de un territorio inteligente favorece la economía urbana de la ciudad en general y particularmente en la actividad turística, gracias a los siguientes factores:
- La alta penetración de TICs en empresas y servicios turísticos
- La relevancia que adquiere la movilidad, el desarrollo urbano sustentable y la calidad de vida para la competitividad del destino
- La generación y flujo de información necesaria para el desarrollo de destinos inteligentes convalida un proceso de gestión turística integral
El nuevo estilo de gestión urbana y turística que surge tanto en la ciudad como en el destino se materializa a través de un conjunto de áreas comunes:
- Sostenibilidad: inherente al modelo de desarrollo urbano y turístico. El proyecto de Destino Inteligente convalida y promueve la implementación de los principios de sostenibilidad mejorando el posicionamiento competitivo de la ciudad / destino.
- Conectividad: como elemento imprescindible para el desarrollo de una economía urbana digital que, a la vez, propicie el avance hacia el desarrollo del turismo inteligente.
- Sensorización: la implementación de dispositivos físicos y digitales constituyen una importante fuente de generación e intercambio de información de la ciudad / destino potenciado por dinámicas de Open Data y Big Data.
- Ecosistemas de innovación: la existencia de un entorno innovador a partir de dinámicas de innovación abierta es clave tanto en la ciudad como en el destino; la información se gestiona de manera compartida entre diversos actores y agentes. Apunta a un modelo abierto de gestión adaptado a las necesidades y características de cada ciudad / destino
A través de este conjunto de escenarios comunes entre la ciudad y el destino, en consonancia con la implementación de TICs, podrán configurarse aplicaciones específicas propias de Destinos Inteligentes en directa vinculación con procesos de comercialización turística, gestión de calidad integral del destino, sistemas de información, metodologías de fidelización de la demanda, desarrollo de nuevos productos y experiencias turísticas.
Sostenibilidad e inteligencia
A menudo se asocia todo lo que es “inteligente” a la incorporación de tecnología. Sin embargo, un destino difícilmente pueda ser exitoso, por más tecnología que tenga, si falla en la protección de los factores que lo hacen atractivo.
Como bien dice su definición, la sostenibilidad es uno de los pilares fundamentales de todo DTI. Además, en el caso de los destinos urbanos, podemos pensar que un destino que no cumple con los objetivos de desarrollo urbano sostenible, tampoco cuenta con la plataforma de base necesaria para poder desarrollarse como Destino Inteligente.
En todo DTI, la sostenibilidad a su vez se subdivide en 3 factores: medio-ambiental, socio-cultural, y económico.
El cuidado del medio ambiente involucra factores: generación limpia y uso eficiente de energía, cuidado de la flora y fauna, reducción de emisiones a la atmósfera, tratamiento de residuos, etc. En el caso de destinos turísticos donde uno de sus principales atractivos sea la naturaleza, por ejemplo selvas, playas o glaciares, esta dimensión toma especial relevancia.
La dimensión sociocultural abarca aspectos de la calidad de vida de residentes y visitantes, facilitar la integración entre ellos, el respeto a las costumbres y la preservación del patrimonio arquitectónico. En este caso, si el destino se destaca por su arquitectura, ruinas, actividades culturales o la interacción con los residentes, esta dimensión se vuelve fundamental.
Fernando de Pablo Martín, ex Presidente de SEGITTUR, resume los motivos para ser sostenibles: primero debe hacerse por ética, sino porque lo digan las normas, y sino, porque es una exigencia de los turistas.
El incendio de Notre Dame
El caso más resonante hoy en día es el incendio de la Catedral de Notre Dame, en París. Si bien aún no se sabe el motivo del siniestro, es evidente que no se cuidó debidamente, por acción u omisión, una de sus principales atracciones turísticas.
¿Cuáles serán las consecuencias? Como toda obra restaurada perderá cierta autenticidad, y París dejará de cobrar por el ingreso durante los 5 años que dicen durará la obra (la entrada cuesta €8,5 y reciben 14 millones de turistas al año). Excepto, que encuentren la forma de “aprovechar” este evento y convertir la reconstrucción de la Catedral en un atractivo turístico por sí mismo.
Ljubljana, la capital turística sustentable de Europa
La Comisión Europea celebra desde el año 2018 el premio a la Capital Europea de Turismo Inteligente, donde la ganadora en materia de sustentabilidad fue Ljubljana, capital de Eslovenia, destacando sus trenes y automóviles eléctricos, la casi absoluta aceptación de su población respecto de lo beneficioso que es el turismo, sus áreas naturales protegidas y el cuidado de su patrimonio. Ljubljana ya había sido reconocida como la Capital Verde Europea, premio que concede la Unión Europea, en 2016.
Sobreturismo en Barcelona
En Barcelona, una de las ciudades más inteligentes del mundo, están sufriendo hace ya años las consecuencias del “sobreturismo”. Los residentes, cansados de ver degradada su calidad de vida, con lugares abarrotados de turistas, precios por las nubes y servicios que priorizan a los visitantes, han comenzado a protestar, dando lugar al fenómeno conocido como “turismofobia”. El gobierno ha tomado cartas en el asunto, pero a pesar de los esfuerzos de concientización de la población, redistribución de los flujos de turistas, la prohibición de licenciamiento de nuevos hoteles en el centro y el ordenamiento del tránsito en los sitios más concurridos, las manifestaciones públicas siguen ocurriendo. Este desequilibrio perjudica el bienestar de la ciudadanía y la imagen del destino.
La puesta en valor de Machu Picchu
Las ruinas de Machu Picchu, en Perú, sufrieron durante años el exceso de visitantes, llegando al punto de que la UNESCO casi las incluya en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro. Para evitarlo, en 2017 el gobierno peruano implementó una política de visitas con capacidades máximas, turnos, obligatoriedad de los guías y restricciones en los objetos que pueden ingresarse. Y no quedó ahí. Está por inaugurarse una planta de residuos orgánicos que permitirá convertir en abono el 100% de las 8 toneladas de desperdicio diario que genera el turismo, y a partir de junio se implementarán restricciones horarias en los sectores más delicados de la ciudadela. La importancia de reconocer el problema (aunque sea bajo amenaza de la UNESCO) y reaccionar a tiempo.
Conclusión
Los gobiernos de las ciudades y destinos turísticos inteligentes efectivos deben diseñar y hacer cumplir las pautas de sostenibilidad necesarias para mejorar la calidad de vida de los residentes, potenciar la vivencia de experiencias turísticas memorables, y preservar el turismo como actividad económica a futuro. Para ello deben apalancarse mutuamente en estrategias de preservación y regeneración, orientadas a estos objetivos comunes. De lo contrario, el destino correrá el riesgo de producir daños cuya reparación -si fuera posible- será extremadamente costosa.
Un texto de Gabriel Przybylski con la colaboración de Carolina Tkachuk.