Toda actividad legal encontrará empresas dispuestas a invertir para alcanzar el máximo posible de desarrollo integral; tanto del negocio, como de la empresa y los grupos relacionados con ella. Ningún empresario sería tan insensato como para llevar adelante un plan de negocios que no tenga en cuenta a todos aquellos que están relacionados con la actividad que ha decidido llevar a cabo y mucho menos con cuestiones que sepa de antemano que van a ser rechazadas por la comunidad.
La planificación es vital como punto de partida para cualquier iniciativa empresarial; luego, la vida continúa.
Hace ya casi 100 años un visionario decidió poner los silos y la planta de producción en su pueblo natal analizando con precisión, y previendo con destreza inusual el futuro, para ubicarlos en un sitio estratégicamente insuperable. A una distancia prudente del pueblo como para que nadie tuviera al desplazamiento como excusa que impida sumarse al emprendimiento. Frente a la estación de tren de la localidad vecina para que las cargas -y los posteriores desplazamientos- fueran simples, económicos; sumando eficiencia a la empresa.
Visión, dedicación, esfuerzo, talento, cuidado de los detalles fueron en gran medida los ingredientes que llevaron a la empresa a crecer hasta llegar a superar la media docena de plantas en todo el país, distribución propia, crecimiento fronteras afuera son algunas de las razones suficientes como para que el orgullo crezca tanto como la empresa y la sensación de haber hecho las cosas bien desde el principio se refleje en la realidad.
El cambio con el crecimiento
Hoy, el crecimiento -en buena medida impulsado por el mismo emprendimiento- sitúa al silo y a la planta en medio del pueblo. Nadie decidió relocalizarlos; simplemente el crecimiento del pueblo los dejó en medio del progreso. Así es como termina rodeado de vecinos entre los que se encuentra una escuela con muchos niños de la localidad.
A la magia del progreso, al encanto del crecimiento le salen algunas pecas que incomodan a los nuevos vecinos. Las plantas hacen ruido, generan una dinámica que se disfruta como el movimiento de una orquesta que ejecuta la sinfonía que deleita a quienes están vinculados con la empresa y perturba a quienes prefieren otra música, o el silencio.
Sucede que -alguna vez- se puede filtrar algo de cascarilla en el tránsito del silo a la planta y en la escuela vecina los chicos reaccionan con una alergia que inquieta a sus padres. Enterada del malestar la empresa decide visitar la escuela sin olvidar llevar regalos y presentes; productos, merchandising y todo lo que les encanta a los chicos.
Respuesta simpática con alegría de compromiso hasta que al episodio único se le ocurre repetirse y ya no hay voluntarios para la convocatoria de selección de quién visitará a la escuela con regalos.
Algo increíble acaba de ocurrir; son los “nuevos” vecinos quienes no quieren tener como vecino a quien fue -en alguna medida- el artífice del desarrollo que les permitió llegar hasta donde los llevó el crecimiento del pueblo. Una situación que podría parecer hasta insolente -en algún punto y dependiendo de dónde se la mire- pero que es más habitual de lo que parece.
La validación de los logros
La vida suele llevarse puestos los planes mejor diseñados y nadie puede reclamar que se respeten sus privilegios cuando la realidad ha cambiado. Lo que era cierto en un momento puede dejar de serlo en el instante siguiente porque las relatividades son dinámicas.
Los logros hay que validarlos y adaptarlos a las circunstancias siguiendo su dinámica.
En el ejemplo, real aunque levemente modificado porque el valor no está en el protagonista sino en su capacidad de poner en evidencia un modelo que se repite, hay dos puntos centrales.
Cuando la realidad cambia es la empresa la que se adecua a ella. Nunca el entorno, especialmente si se trata de la comunidad. Es la empresa la que tiene que desprenderse del anclaje emocional y hacer lo necesario para relocalizar la planta poniendo su talento y creatividad en hacer de la mudanza una acción de valor empresaria y comunitaria de alta sinergia.
En segundo lugar, los intentos por transformar los episodios en simpáticos eventos solo generarán una distancia que predispondrá cada vez de peor forma a los nuevos vecinos que tienen derecho a reclamar que no haya una planta lindera con sus hogares y las escuelas donde van sus hijos.
Si algo hace la RSC es tejer las relaciones entre empresa y comunidad; tejido que se conforma con hilos de razón y nudos de emoción donde, si las emociones que genera la empresa son negativas los nudos se desatan precipitando las cosas sin chance de contención.
Los vecinos no reclaman regalos, aspiran a una vida mejor y esa es una de las posibilidades que permite preveer el diálogo del que se nutre la RSC y mantener la relación en armonía aplicando las herramientas de gestión que maneja.