Las zonas secas lo serán cada vez más, y las más propensas a las tormentas, también sufrirán episodios más severos. Son las previsiones del cambio climático al que nos enfrentamos. Unos eventos extremos a los que están más acostumbrados en el arco mediterráneo, pero que al final se extenderán a otras partes del mundo. Con unos recursos hídricos cada vez más escasos, la economía circular y el concepto de resilencia cobran auge. Las ciudades deben estar capacitadas para superar los impactos climáticos. Es necesario introducir medidas innovadoras, alternativas y sostenibles. El enfoque tradicional ya no es suficiente.
La Fundación Aquae ha publicado la última edición de su revista Aquae Papers, que recoge un exhaustivo análisis sobre resilencia en el ciclo urbano del agua en el ámbito mediterráneo. Uno de sus apartados aborda los retos futuros del drenaje urbano, donde las soluciones basadas en la naturaleza y los Sistema de Drenaje Sostenible (SDUS) van a jugar un papel muy importante en las próximas décadas. ¿El motivo? La impermeabilización de las superficies de áreas urbanizadas, que impiden la infiltración natural del agua. Además, tal y como señala el informe, “la infraestructura de drenaje convencional o histórica, en la mayoría de ciudades ya muy envejecida que recoge y transporta conjuntamente aguas residuales y pluviales (sistema unitario), puede resultar insuficiente e ineficiente a la hora de gestionar estos caudales para los que no fueron diseñadas llegando a episodios de inundaciones y descargas del sistema unitario con impactos sobre los medios receptores”.
Ignacio Casals del Busto, responsable de I+D+i de Aguas de Alicante, es uno de sus autores. Junto a él Luis Cutillas Lozano, técnico de Explotación de Saneamiento de Aguas de Alicante, y Montse Martínez Puentes, responsable de I+D+i de la Dirección de Drenaje Urbano de Suez Advanced Solutions. Destaca el caso de Alicante como una de las ciudades que ha hecho un mayor esfuerzo inversor en infraestructuras tradicionales, pero “llega un momento en que el subsuelo ya no da más de sí, ya no caben más infraestructuras. Incluso esas infraestructuras que son tremendamente ambiciosas y con unas capacidades impresionantes pueden acabar siendo insuficientes si no actuamos también sobre la infiltración, la recogida de lluvias y más si la ciudad crece”.
El cambio climático y la propia evolución de la ciudad, –conforme crece impermeabiliza- provocan que el impacto de las inundaciones sea cada vez mayor. El agua, en lugar de infiltrarse, discurre por el terreno, y “los sistemas de drenaje convencionales, que no hay que renunciar a ellos en absoluto, pueden quedar insuficientes” al aumentar el área de recogida.
¿Qué alternativas hay para complementar? Luis Cutillas destaca una amplia cantidad de técnicas: los tejados verdes o cubiertas ecológicas, los pavimentos permeables, las franjas o drenes filtrantes, las cunetas verdes, los depósitos de detención, los estanques de retención, los humedales, etc. Además, el abanico de beneficios colaterales es muy amplio. En el caso de los humedales artificiales y estanques ayudan a impedir la aparición de altas temperaturas, ya que las masas de agua actúan como amortiguador térmico, las zonas de biorretención almacenan agua de forma superficial que luego se evapora realizando así una función también de control térmico.
Otro ejemplo, destacado en la revista, son las cubiertas verdes que contribuyen al llamado “efecto oasis” de las ciudades al disponer de vegetación y favorecer el desarrollo de la biodiversidad y, además, suponen un medio de ahorro en climatización de los edificios actuando como medio aislante reduciendo el gasto en calefacción y aire acondicionado y evitando el consumo energético por el calentamiento de las ciudades.
Los países del norte de Europa
Los países del norte de Europa están más adelantados en la aplicación de estas medidas. El diseño de partida de sus ciudades y un régimen de precipitaciones diferente les favorecen. “Cuando comparas el diseño o el aspecto tradicional de una de nuestras ciudades con una inglesa te das cuenta de que aquí estamos enamorados de las aceras espectaculares, todo muy asfaltado, muy impermeable tanto en ciudades grandes como en pequeñas y esto tradicionalmente no es exactamente igual en el norte de Europa, lo que les ha permitido abordarlo de una forma más natural”, apunta Casals. En el caso de España todavía tiene un camino largo por recorrer, aunque ya hay proyectos pilotos por diferentes autonomías (uno de ellos, el parque inundable de La Marjal de Alicante).
Para los expertos, hay dos asignaturas pendientes que tenemos que abordar: la primera, integrar este paradigma en la planificación urbana y, la segunda, adaptarlo al clima mediterráneo para ver qué sistemas funcionan mejor. Según insiste Cutillas, “la herramienta fundamental que debe vertebrar esta transición verde son los planes generales de ordenación urbana. Es el instrumento que va a determinar cómo crecen nuestras ciudades y en qué condiciones. Y es clave aplicar estas tecnologías desde el origen”.
En el caso del entramado urbano ya consolidado, aunque es más complicado incrementar las capacidades de evacuación de redes existentes, “hay que intentar volver a los orígenes de esas cuencas naturales en las que toda la lluvia que cae no se transforma en escorrentía superficial sino que existe una serie de procesos intermedios de infiltración que laminan puntas, que hacen que el proceso de transformación de lluvia escorrentía sea mucho más escalonado y menos dañino para la ciudad”.
Ahora bien, las pequeñas modificaciones también pueden ayudar. No solo hay que centrarse en grandes infraestructuras. “Si las medianas de las avenidas o rotondas las hacemos deprimidas servirán automáticamente como zonas de infiltración”, apuntan. En otros casos pueden venir de la mano de los propios ciudadanos. “En las zonas verdes de las edificaciones es relativamente sencillo hacer modificaciones para infiltrar o recoger el agua de lluvia, reutilizarla y no enviarla al alcantarillado porque lo sobrecargamos y puede que en caso de lluvias torrenciales se desborde, además de que enviar agua de lluvia a una planta de tratamiento es un coste innecesario”.