La empresa Calpech, spin-off de la Universidad de Alicante, nació de una investigación sobre la gestión de residuos. El objetivo era producir carbón activo low cost para comercializar en el sector industrial. Empezaron a trabajar con el alpechín, un líquido sobrante tras la elaboración del aceite. “Es la parte acuosa que resulta tras prensar la oliva”, explica Yuriy Budyk, CEO de la compañía. Un residuo que se acumula sin una función concreta en las almazaras. “Suelen tener problemas porque se generan muchas toneladas y contiene elementos tóxicos que complican su gestión”, explica. Unos seis millones de litros por almazara aproximadamente.
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Se considera residuo fitotóxico porque es nocivo para las plantas porque tiene alto contenido en polifenoles o ácidos grasos, así que no se puede verter. No hay una solución sostenible. Tan solo se puede acumular y esperar su evaporación natural o aplicar tratamientos costosos. Con esa problemática, buscaron la forma de producir un carbono con hierro incrustado a partir de esos residuos. Trabajando con la carbonización hidrotermal. Un proceso químico que los llevó a producir nanopartículas de hierro rodeadas por varias capas de carbono. Materia prima de gran valor en el mercado y que ‘cierra el círculo’ de revalorización de un residuo. “Investigando sus posibles aplicaciones, vimos viabilidad en el proyecto”, comenta. Lo que les ha llevado a recalar en el Parque Científico de la Universidad de Alicante para desarrollarlo como modelo de negocio de economía circular.
20 veces más barato
El valor de las nanopartículas de hierro en el mercado es alto, pero este método de producción podría abaratarlas considerablemente. Tampoco no suele ser fácil abastecer a la industria con ellas en grandes cantidades, sino a pequeña escala de laboratorio. Además, estas contienen más propiedades al llevar carbono. “Se podrían ofrecer a un precio veinte veces inferior”, desvela Budyk. Por tanto, Calpech podría convertirse en un gran productor de estas nanopartículas valorizando el alpechín de las almazaras. “Les resolvemos un problema muy grande y creamos un modelo de negocio que puede ser replicable en cualquier territorio”, explica el CEO.
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Nanopartículas para soluciones ambientales
Las aplicaciones de estas nanopartículas tienen funciones ambientales y sostenibles. “Mejoran la producción de biogás, eliminan los metales pesados de aguas contaminadas y eliminan olores e incluso se podría usarse como sustituto del platino en los combustibles”, describe. De hecho, ya han realizado pruebas con éxito para el biogás, los metales pesados y los olores. El caso más desarrollado es el del biogás. Han desarrollado un aditivo que se usa junto a los digestores anaerobios que intervienen en la producción de esta energía verde.
“Las plantas depuradoras emplean los lodos resultantes de sus procesos para generar biogás”, destaca. Esos lodos se depositan en decantadores y se llevan a digerir de manera biológica a través de bacterias. Al digerirse, se produce biogás. “Eso ayuda a deshacerse de los lodos y, por otra parte, a generar energía para el autoconsumo de la planta depuradora”, explica. Sin embargo, la digestión genera ácido sulfhídrico. Elemento muy nocivo para las maquinarias en el proceso de combustión para crear energía. Con este aditivo, se reduce enormemente ese compuesto, por lo que alarga la vida útil de estas maquinarias y mejora los rendimientos energéticos. Más biogás y de mejor calidad.
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Calpech comienza a producir
“Calpech está construyendo una planta en Extremadura para la producción de estas nanopartículas de hierro”, confirma. El objetivo es cubrir un proyecto piloto industrial en las depuradoras. “Se necesita una cantidad considerable y es necesario escalarlo”, explica. Lo están haciendo en colaboración con una cooperativa que gestiona los residuos de siete almazaras.
Lo que han detectado es la necesidad de concienciar en las ventajas de este producto. “Los productores de aceite son expertos en eso, en producir aceite, y prefieren no complicarse con otros procesos”, confiesa. De alguna forma, ya existe una solución a estos residuos, por muy poco ventajosa que sea, y ven complicado añadir más trabajo a sus sistemas de funcionamiento. Sin embargo, no solo es necesario por el ecosistema, sino que puede ayudar a diversificar el negocio aumentando las fuentes de ingresos.
“Tenemos un know how patentado que es perfecto para eso”, sentencia Budyk. Un método que ya les ha llevado, en su escaso año de vida, a recibir varios galardones. El último, el premio del congreso internacional de la industria del aceite de oliva Folive Innova.