En el día de la Madre Tierra, 22 de abril, el secretario general de Naciones Unidas António Guterres demanda una acción urgente «para evitar que la crisis climática se convierta en una catástrofe permanente». En un editorial al respecto, traslada la necesidad de aplicar las medidas financieras adecuadas y así frenar esos resultados.
«Aún más urgente es que los Gobiernos respalden esa ambición a largo plazo con la adopción de medidas concretas ahora», subraya. La oportunidad la ve en las diferentes acciones «que están movilizando billones de dólares para superar la pandemia de covid-19. La revitalización de las economías es nuestra oportunidad de reconfigurar nuestro futuro».
Y conseguir que eso se haga tiene un efecto claro. Guterres denuncia que «los países que menos han contribuido al cambio climático son los que sufren muchos de los peores efectos». El ejemplo de ello lo ve en «muchas pequeñas naciones insulares que simplemente dejarán de existir si no intensificamos la respuesta».
Tres medidas
¿Cuáles son las medidas que pide para evitar esta «catástrofe permanente? Según sus estimaciones, con cien mil millones de dólares anuales se duplicarían los niveles actuales de financiación para el clima y se dedicaría la mitad de esta a la adaptación. Y lo que se invierte por un lado, se quita de otro. El secretario general de la ONU pide el fin a la financiación internacional del carbón y desviar las subvenciones de los combustibles fósiles a las energías renovables.
Aprovechar el día de la Madre Tierra para realizar estas peticiones tiene otro objetivo, preparar el escenario para la Cumbre del G7. La cita de junio «es una oportunidad para que los países más ricos del mundo den un paso adelante». Y eso se debería traducir en que «asuman los compromisos financieros necesarios que garanticen el éxito de la COP26».
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Ya hay pasos dados en esta dirección pero que no son suficientes. «Un grupo de países que representan aproximadamente dos tercios de la economía mundial ya se han comprometido a hacerlo», apunta. Ese indicio que considera «alentador» necesita apuntalarse. Y «urgentemente». ¿Cómo hacerlo? Guterres lo ve posible mientras «todos los países, ciudades, empresas e instituciones financieras se unan a esa coalición y adopten planes concretos para la transición a emisiones netas cero».
El combustible más sucio
La insistencia en la descarbonización tiene un motivo. Según cree, «la eliminación gradual del carbón del sector eléctrico es el paso más importante para alcanzar el objetivo de 1,5 grados». Por eso considera que es «una oportunidad» el que se adopten «inmediatamente» medidas para eliminar «el combustible fósil más sucio y contaminante de los sectores energéticos».
Y para eso también ha hecho números. Los datos que maneja estiman que «el consumo mundial de carbón para generar electricidad debe reducirse para 2030 en un 80 % por debajo de los niveles de 2010». La forma de conseguirlo abre dos camino. En las economías desarrolladas la opción es la más restrictiva, deben comprometerse a eliminar el carbón para 2030. El resto de economías tienen un plazo mayor, 2040.
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Con ambas vías sobre la mesa, Guterres no ve «razón alguna para construir nuevas centrales alimentadas con carbón en ningún lugar del mundo». Un freno que considera necesario porque «el funcionamiento de un tercio de las instalaciones mundiales que operan con carbón ya es más costoso que la construcción de nuevas plantas de generación y almacenamiento de energías renovables».
La COP26 como plazo final
De nuevo, el secretario general de la ONU marca otro plazo clave: «La COP26 debe marcar el fin del uso del carbón». Como conclusión, Guterres, apela a la esperanza en ese desarrollo. «A medida que el mundo avanza hacia la protección del aire puro y la promoción de la energía renovable, es esencial que se garantice una transición justa».
Y para ello, hay que tener en cuenta el impacto laboral. «Hay que apoyar a los trabajadores de las industrias afectadas y del sector informal para que cambien de empleo o adquieran nuevas competencias. También debemos liberar el enorme potencial de las mujeres y las niñas para impulsar la transformación, incluso como participantes en igualdad de condiciones en la gobernanza y la adopción de decisiones».