El Museo de Aguas de Alicante lo descubre en una exposición de arte sonoro que consigue que los oídos sean capaces de recrear los espacios de esta pequeña isla. De ello se encarga la artista Aurora Domínguez con Un invierno en Tabarca, una exposición que conforma el tercer ciclo de arte y medioambiente.
El guiño a la obra de George Sand Un invierno en Mallorca se convierte esta vez en una forma de conocer a quienes viven en Tabarca a través del impacto sonoro que generan. «Mi propuesta para el Museo de Aguas tiene como objetivo principal la conservación de la memoria colectiva y del patrimonio sonoro de la Isla de Tabarca, además de ser una invitación a tomar conciencia sobre lo sustentable y lo sostenible”, explica Domínguez.
El trasfondo de Un invierno en Tabarca es la invitación a una reflexión que haga tomar conciencia sobre la importancia de lo sustentable y lo sostenible. Lo sustentable, en cuanto a la importancia del correcto uso de los recursos actuales de la isla: preservar, proteger y conservar los recursos naturales con los que cuenta para asegurar un bienestar futuro. Lo sostenible, reivindicado en el proyecto como un ejercicio de concienciación, invitando a mirar la isla con otros ojos y enseñando nuevos modelos de interacción con la misma: escuchar sus sonidos, disfrutar de la naturaleza autóctona de la misma o descubrir esas palabras del dialecto valenciano que sólo son propias de estos habitantes ya en vías de extinción.
Escuchar para comprender
![Aurora Domínguez presenta el vídeo que da la bienvenida al visitante de 'Un invierno en Tabarca'.](https://xn--rediseo-9za.iambiente.es/wp-content/uploads/2022/06/20220602_113112-244x300.jpg)
La artista presenta una exposición en la que recoge los sonidos captados durante tres meses de invierno para descubrir sus paisajes. Y la forma de hacerlo no es por sus maravillosas vistas que atraen a miles de turistas en verano, sino por los cantos de los pájaros, los maullidos de los gatos o las olas que golpean sus calas. Un invierno en Tabarca recrea un día entre sus playas mediante las salas Amanecer, Mediodía y Ocaso que ocupan los tres aljibes de los pozos de Garrigós. Cada una de ellas tiene sus propios sonidos acompañados por los teclados de la propia artista.
La propuesta de arte sonoro de Domínguez responde a que «estamos muy mal acostumbrados a lo audiovisual». Eso ha hecho que en el caso de la isla «los sonidos queden diluidos». Y eso le preocupa porque estos «responden a lo que está pasando». Por eso añade que «a veces en la escucha se descubren más cosas».
«Me parecía interesante sacar lo visual, vamos a escucharla porque cuando es todo junto se distrae», razona. Una teoría que ya había observado en otras ciudades europeas, como Berlín, donde conocía los archivos sonoros que se hacen para capturar lo cotidiano y mantenerlo en el futuro.
El día pasa
El recorrido por la exposición se inicia jugando con la idea del espacio real de los pozos y sus sonidos. Un vídeo silenciado da la bienvenida al espectador que se acerca en una de las tabarqueras, el sonido que se escucha es el del muro de agua del primer aljibe. En ninguna de las imágenes aparecen personas para así recalcar la idea de vacío que tiene durante los meses de invierno.
Antes de entrar en el amanecer aprovecha los pequeños y estrechos pasillos que conectan los aljibes para sumergir al visitante en esa entrada al día que recrea con una proyección. La bienvenida a los amaneceres rojos busca que se acostumbren los ojos mientras el teclado se superpone a la llegada de las olas a la costa. La luz blanca del mediodía es solo el preludio del momento más intenso del día para la artista, el ocaso.