¿Es la desaparición de los grandes mamíferos un aviso del peligro que acecha a la biodiversidad europea?

La lenta decadencia de la biodiversidad europea

La biodiversidad es el tejido vivo del planeta, la red de espacios naturales y de las especies que la habitan y, también, de las interacciones entre ellos. La actividad de los humanos, como parte integrante de la biodiversidad terrestre, ha tenido un efecto en el resto de especies y en los entornos donde viven. Y, de manera lenta pero inexorable, ha ido eliminando mamíferos, reptiles, aves, insectos o plantas. Y también los ecosistemas de los que formaban parte. Esta es la lenta decadencia de la biodiversidad europea.

A la larga, esto ha acabado provocando un declive generalizado de la vida en la Tierra debido a muchísimos factores: el cambio climático, la contaminación, las prácticas agrícolas, la deforestación, la proliferación de especies invasoras y la desaparición de los entornos naturales que acogían cientos de especies. En el continente europeo, una de las regiones más desarrolladas y urbanizadas del mundo y donde se iniciaron los procesos que han llevado a la situación actual, la situación es especialmente preocupante.

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En Francia, por ejemplo, la urbanización y la construcción de grandes infraestructuras hacen desaparecer 66.000 hectáreas de espacios naturales y de terrenos agrícolas cada año. En ese país, el 30% de las especies que viven están amenazadas, situación que no varía mucho en el resto del continente. A finales de marzo, investigadores del Centro Nacional de Investigación Científica francés alertaron que las poblaciones de aves más habituales en el país se han reducido un tercio en los últimos 15 años y, poco más de un mes antes, un estudio alemán alertaba que, durante los últimos 30 años, han desaparecido el 80% de insectos voladores del continente. Los efectos del retroceso de la flora y la fauna europeas sobre su población humana podrían ser, por supuesto, terribles, y podrían empeorar aún más las consecuencias del cambio climático, con quien mantienen una relación de interdependencia y se aceleran o se frenan mutuamente.

Un estudio alemán alerta que, durante los últimos 30 años, han desaparecido el 80% de insectos voladores del continente.
Un estudio alemán alerta que, durante los últimos 30 años, han desaparecido el 80% de insectos voladores del continente.

Una de las grandes causas de la destrucción de los hábitats europeos es la adaptación de la tierra al uso urbano que, de forma general y a corto plazo, es irreversible. La artificialización hace que la tierra se vuelva impermeable, lo que la hace sólo apta para las actividades humanas y para nada más. En cuanto a los terrenos agrícolas, también tienen un impacto muy importante, especialmente para la intensificación de la explotación de los suelos, la aceleración de la rotación de cultivos, el uso de maquinaria industrial que comprime la tierra y el uso extensivo de pesticidas, que tienen efectos muy perjudiciales para los seres vivos que habitan cerca de las explotaciones.

Muchas de estas prácticas, además, ponen los terrenos en peligro de agotamiento, y la caída de su productividad hace que los métodos para maximizar las cosechas empleen aún más, entrando en un círculo que puede dejar muchos suelos absolutamente inútiles y con una capacidad de regeneración muy disminuida. Estos casos, sin embargo, son menos graves, porque hay métodos para recuperar la tierra y también para luchar contra las plagas y al tiempo que se permite la polinización y se consigue respetar el medio ambiente, ofreciendo alternativas sostenibles en las técnicas empleadas actualmente.

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Los productos químicos, además, no sólo afectan a los insectos sino que tienen un impacto muy importante sobre los animales, las plantas y la fauna subterránea. Los grandes depredadores, tienen concentraciones cada vez mayores de sustancias químicas en su organismo, obtenidas a través de su alimentación. Además del peligro de envenenamiento, estos tóxicos también tienen efectos sobre su capacidad reproductora, que se reduce, y sobre su descendencia, que puede tener malformaciones o, como en el caso de algunos rapaces, incubarse en unos huevos con una cáscara mucho más frágil, circunstancia que los pone en un peligro gravísimo. La pirámide alimentaria, al fin y al cabo, sigue funcionando como siempre, y unos pesticidas orientados a eliminar los seres que se encuentran en la parte más baja de la cadena trófica acaban presentes en todos los seres que la conforman.

La presión de los cambios en temperaturas

El cambio climático, por supuesto, también está teniendo unos efectos muy importantes en la biodiversidad de la Tierra y, de hecho, podría ser el golpe definitivo que acabe con gran parte de ella en sumarse al resto de factores descritos hasta ahora . Algunas especies de pájaros ya se quedan mucho más tiempo que antes en Europa porque los inviernos son más cortos y más cálidos. Otros, en cambio, aparecen mucho más esporádicamente. Los animales y los insectos adaptados a temperaturas más frías que las actuales no tienen otra opción que emigrar hacia el norte siguiendo el avance de la subida de las temperaturas debido a la actividad humana.

Un aumento de 0,55ºC en la temperatura media supone un desplazamiento de los ecosistemas de un centenar de kilómetros en dirección a los polos y de cien metros en altura. Si las cosas siguen como ahora y el Acuerdo de París no se cumple, frenando el aumento de las temperaturas, el año 2100, con un calentamiento de 3ºC respecto del inicio de la Revolución Industrial, la vegetación propia del clima mediterráneo comenzará a ser la más habitual en zonas como la Borgoña, en el noreste de Francia, donde el clima actualmente es continental. Con un cambio tan rápido, es evidente que muchas especies no tendrían tiempo de adaptarse y desaparecerían. Los pájaros que hacen nidos en los macizos alpinos, por ejemplo, disminuirían muy rápidamente a medida que no pudieran ascender más para encontrar las temperaturas que necesitan para nidificar.

Un estudio de la la Universidad de Exeter sobre 62 especies de mamíferos publicado recientemente reveló que, de entre las estudiadas, treinta especies verán como sus hábitats sufren cambios muy importantes debido al cambio climático y, además, no tienen la capacidad de colonizar nuevas zonas del continente a fin de sobrevivir. Entre estos animales hay especies vulnerables y otras que, a día de hoy, no se consideran amenazadas, como son los casos del ante, la cabra montesa y los rebecos del Pirineo.

Especies como la cabra montesa pasarían a una situación de vulnerabilidad ante la falta de adaptación.
Especies como la cabra montesa pasarían a una situación de vulnerabilidad ante la falta de adaptación.

La mayoría de los informes actuales sobre la conservación de estas especies no tienen en cuenta los posibles efectos del cambio climático sobre las regiones que habitan y, por tanto, es muy posible que corran un peligro mucho más grave que lo que muestra su estatus en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Algunas de estas especies, según las previsiones de futuro, deberían desplazarse largas distancias para encontrar tierras donde puedan continuar viviendo en buenas condiciones y muchas de ellas, simplemente, no podrán.

La capacidad de reubicarse de un animal depende, esencialmente, de dos características. La primera es si la especie en sí es generalista -puede vivir en muchos hábitats y alimentarse de varias cosas- o está muy adaptada a su hábitat actual y una alimentación muy concreta. La otra característica es la estrategia reproductiva, donde las especies que comienzan a reproducirse jóvenes y tienen muchos descendientes tienen más posibilidades de establecerse en nuevas áreas lejos de su hábitat original.

Sin embargo, los cambios complejos que puede provocar el cambio climático podrían poner en peligro incluso las especies que, de entrada, parecen más preparadas para desplazarse, ya que los hábitats idóneos para ellos podrían ser demasiado lejos de los actuales como para permitir la migración. En el caso del ratón del oeste del Mediterráneo, por ejemplo, que actualmente habita partes de la península Ibérica, podría ser que dentro de unas décadas tuviera muchas más posibilidades de supervivencia en el este de la península Itálica… pero el desplazamiento de una zona a la otra plantea toda una serie de retos que hacen muy difícil que pase.

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La desaparición de los grandes mamíferos, como los osos y los elefantes, podría estar marcando el camino, avisando del inicio de una extinción masiva. Durante el último fenómeno de este tipo, lo que provocó la desaparición de los dinosaurios, los grandes herbívoros fueron los primeros en extinguirse, y durante las próximas décadas se podría producir un proceso similar. La biodiversidad de Europa, poco a poco, se está marchitando. Aleix Salvans Món Planeta

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