¿Cuántas veces han tirado alimentos a la basura pensando que su estado no era el deseable? La respuesta de la mayoría sería “demasiadas”. El ser humano, alimentariamente hablando, se guía por la vista y el olfato. Por el color y el olor. Y también por el miedo a enfermar.
Pero son los datos los únicos que no engañan. Según la FAO, en España se desperdician más de siete millones de toneladas de comida. Cerca del 40% corresponde a carnes y pescado fresco, los productos más caros de la cesta de la compra. Este malgasto supone que cada consumidor de media tira a la basura más de 300 euros al año.
Para evitar estos problemas causados por el desconocimiento del estado de los alimentos, la empresa Oscillum Biotechnology del Parque Científico de la Universidad Miguel Hernández de Elche ha desarrollado SmartLabel. Una etiqueta inteligente capaz de detectar el grado de descomposición de un producto y alertar de cuándo este ya no se pueda consumir.
El filete de la discordia
¿Pero cómo surgió todo? La historia de SmartLabel comienza con tres jóvenes biotecnólogos que comparten piso y proyecto empresarial, con muchas ganas de comer y un filete con apariencia sospechosa. Como recuerda Pablo Sosa, chief executive officer (CEO) de Oscillum, “el trozo de carne llevaba abierto bastante tiempo y parecía que no estaba para comer. Pero empezamos a preguntarnos por qué creíamos que estuviera en mal estado. Era cierto que olía y tenía un color raro pero esos son parámetros que no definían la seguridad del alimento. Solo su apariencia”.
Al final, Sosa y sus compañeros de Oscillum, Pilar Granado y Luis Chimeno, dieron con una solución para la carne de la discordia: cocinarla con una salsa. Y todo sin sufrir una intoxicación alimentaria. “Ahí fue donde vimos claro que como consumidores esto nos pasa mucho. No tenemos parámetros para decidir y muchas veces tiramos a la basura alimentos que están completamente en buen estado”.
¿No existe ya la fecha de caducidad y de consumo preferente para tomar ese tipo de decisiones? “Sí, estos datos informan, pero una vez abierto el producto ya comienzan a ser muy inexactos. Lo que planteamos es un método complementario de información al consumidor. SmartLabel no es un sustituto”, explica Sosa.
Tecnología innovadora
Ahora mismo el prototipo de esta etiqueta inteligente es funcional para carnes y pescados frescos. Aunque desde Oscillum están adaptando la tecnología para hacerla servir en otros productos como lácteos, frutas y verduras, congelados y procesados. ¿Pero realmente cómo funciona SmartLabel?
“Los alimentos frescos comienza a descomponerse de manera natural desde el momento en el que se producen. En su descomposición se generan unas moléculas que varían dependiendo del producto. La etiqueta es capaz de detectar esos compuestos y en función de su número cambia de color. Empieza en amarillo y conforme se va poniendo en mal estado pasa a un verdoso para finalmente terminar en azul. Todo ello sin importar que se encuentre en su envase original o ya se haya abierto”.
![Ejemplo de la etiqueta en producto (Fuente: Oscillum)](https://xn--rediseo-9za.iambiente.es/wp-content/uploads/2020/02/Etiqueta-en-producto2-Fuente-Oscillum-973x1024.jpg)
Una tecnología “muy innovadora” que desde Oscillum reconocen que puede generar al principio “ciertas” reticencias entre los consumidores. “Tenemos dos diseños. En el prototipo actual la etiqueta se pega directamente a la comida. Como un separador de carne. Para cierta gente será muy raro ver un plástico pegado a un alimento pero nuestras etiquetas no son toxicas y no hacen daño al medio ambiente. Son biodegradables. También tenemos otro que es para envases. Va por la parte de dentro del plástico y está en contacto con los gases volátiles de la comida. Es capaz de detectarlos ahí, sin estar en contacto con el producto”.
Un problema real en los hogares
¿Y actualmente dónde se da el mayor malgasto de alimentos? Muchos pueden pensar que es en los restaurantes pero, según los últimos informes de la Comisión Europea, es en los hogares donde más comida se tira. El 10% de los europeos desechan los productos por no entender la fecha de consumo preferente. Así como por la falta de información del estado real de los alimentos que lleva a tirarlos para evitar el riesgo de intoxicaciones. De esta forma, el 50% de los alimentos se desechan en gran medida debido a la confusión que generan los sistemas de etiquetados actuales.
Todas estas cifras relacionadas con la alimentación son, sin duda, contundentes. “Son datos que duelen”. Solo en 2019 cada español malgasto más de 55 kilos de comida. Cada kilo de comida que no se consume equivale a liberar un kilo de CO2 a la atmósfera. Al final no es solo el malgasto de productos y dinero, “sino que causa un daño al medio ambiente”.
“Cada alimento que aprovechamos es uno menos que tenemos que adquirir; así reducimos el coste energético y medioambiental. Los ciudadanos a veces pensamos que cumplimos haciendo cosas como apagar la luz o no cogiendo un día el coche. Que es muy importante. Pero también lo es no tirar ese filete que compraste ayer y que tiene un aspecto feo. Es lo mismo. Es el mismo malgasto”, recalca el CEO de la compañía.
![Oscillum en el IQS Tech Fest (Fuente Oficina Comunicación Parque Científico UMH)](https://xn--rediseo-9za.iambiente.es/wp-content/uploads/2020/02/Oscillum-en-el-IQS-Tech-Fest-Fuente-Oficina-Comunicaci¢n-Parque-Cient°fico-UMH-1024x768.jpeg)
Seguridad alimentaria
Todos los datos aportados anteriormente vienen a reafirmar el “valor” de la etiqueta inteligente de Oscillum. Pero hay que sumarle otro más. El relacionado con la seguridad.
En España cada año se registran más de 400 brotes de intoxicaciones alimentarias. Una media de una o dos al día. En pocas ocasiones las intoxicaciones se deben por contaminaciones procedentes de fabricantes. Aunque en España se vivido en 2019 un caso muy grave de listeriosis. Según Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, la mayoría de las intoxicaciones se producen a nivel de los hogares debido a la higiene y la manipulación de los alimentos.
“Es en el hogar donde la seguridad alimentaria está más comprometida. En estos temas hay mucho mito. Como consumidores estamos muy expuestos. Estamos engañados. De toda la vida cuando ha crecido un pequeño hongo en el pan, o la mermelada, lo hemos quitado y nos hemos comido el resto. Pero en realidad si uno llega a ver el hongo es que todo está contaminado. Es decir, al final ya no es que crezca un microorganismo o que uno crea que el producto se debe comer o tirar, lo importante es tener herramientas, información, para saber si de verdad está o no en mal estado”.
Lanzamiento al mercado
¿Y cuándo estará SmartLabel en el mercado? “El proceso en sí dura de seis a nueve meses. El problema está en que para llegar ahí hace falta financiación. Por lo que ahora mismo estamos buscando un socio industrial para ir juntos en el camino que nos queda. Tanto con los permisos como con su lanzamiento. Los costes son muy elevados”. Por eso, añade Sosa, están desarrollando otros sensores y líneas de producto distintos: “Para empezar antes con la comercialización y que la gente nos conozca”.
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Pero esto no se queda aquí. En Oscillum apuntan alto y no solo quieren que su producto se distribuya en España. Quieren salir a Europa. “El consumidor europeo está bastante más concienciado con el malgasto de alimentos y el medio ambiente que el español medio. Pero aquí poco a poco lo vamos consiguiendo. Es el consumidor el que al final hace que la industria se ponga seriamente con ello”, concluye.